Hoy en la iglesia
universal celebramos la Natividad de nuestra Señora, que aquí es conocida como
Viloria. La religiosidad popular nos lleva a celebrar este día ampliamente,
como si esta fiesta tuviera su octava, y no tiene octava sino que tiene novena.
Durante estos días previos a la fiesta de su cumpleaños hemos cumplido con la
tradición en este pueblo de vivir con fervor la devoción a la Virgen María. Han
sido días de recogimiento, han sido días de disponerse, de petición, de acción
de gracias, de encuentro, de silencio, de cercanía, de escucha, etc.,… Han
querido ser unos días para acercarnos al Señor por medio de nuestra Madre.
Y que tristeza sienten las madres de
la tierra cuando los hijos se distancian, no solo se distancian entre ellos y
la madre sino que muchas veces los hermanos se distancian entre sí. Muchas
veces lo sufren calladamente. Pues cuanto más la Madre común de todos cuando
sus hijos se distancian, aunque hoy parezcan más próximos, que ni tan siquiera
le visitan, que ni tan siquiera le hablan. Que tristeza siente esta Madre
cuando los hijos se distancian incluso entre ellos mismos, que ni tan siquiera
se hablan.
Queridos hermanos y hermanos,
estamos celebrando la advocación de la Virgen que más raigambre tiene en
nuestro pueblo, no es de ahora, viene de mucho tiempo atrás, en nosotros hay un
legado, que no consiste en seguir simplemente unas tradiciones, sino en
profundizarlas para crecer, como dice la oración que tantas veces rezamos a la
Virgen de Viloria, en el amor al Señor.
Y esa oración hemos de pararnos más
para sacarla toda la sustancia que ella contiene: María es patrona y abogada,
es decir que nos protege, pero no solo por llevar el escapulario en el
retrovisor del coche, sino porque a ella nos confiamos. Pero en el fondo no es
María la que quiere ser adorada, sino venerada, ella nos anima a adorar a su
Hijo Jesús, a ponernos en su presencia, que da paz, la oración pacifica, por
ello ante situaciones bélicas, violentas, de guerra, hagamos oración. Así hacía
la Iglesia en el día de ayer, pidiendo al Señor por la paz en Siria y en todo
Oriente Medio.
Como esa misma oración dice, el
hecho de ponernos a los pies del Señor, nos hace agachar la mirada, llenarnos
de humildad y reconocer nuestra pobre condición pecadora, que le queda mucho
para ser como Él, el todo Santo.
A María le encomendamos todo: alma,
cuerpo, casa, familia, amigos, hasta los enemigos, parientes y aquellos que nos
ayudan, los bienes temporales y también la honra. Nada que nos atraviesa de
arriba abajo queda sin ser presentado a la buena Madre.
Y a ella se le presenta la Iglesia
Católica, porque en ella estamos, como Madre también amamos. Y se le encomienda
nuestra nación y dentro de ella nuestra tierra particular porque es a esta
villa donde se dirigen especialmente sus favores.
Finalmente a la Virgen se le pide
que aumente nuestra fe, florezca la paz y reine la caridad especialmente en sus
devotos. Es decir en todos nosotros que estamos aquí. No nos quedemos
tranquilos como estamos sino que siempre tengamos el deseo del más, del estar
más cerca, del ser más cercanos, de ser más humildes, de tener más fe, de
ayudar más, de practicar más nuestra religión, de dar más de nuestro tiempo,
ser más solidarios, etc.,…
Como
ven ser devotos de la Virgen es exigente. María nos pide que pasemos de la
mediocridad y de la tibieza al compromiso serio por hacer crecer el Reino de
Dios y su justicia. Y esto que parece una frase ya muy oída, quiere decir, que
ojalá cada día más la fe nos cale más adentro de nosotros mismos para que nos
haga ponernos delante del Señor, y reconociendo nuestra pobreza, nuestras
limitaciones y debilidades, pecados, podamos abrir las manos hacia arriba para
desear recibir todo lo bueno que desciende de allí. Entonces, sí estaremos
recargados para la acción, para la transmisión alegre y feliz de la fe a
nuestros contemporáneos, especialmente en nuestra familia, en nuestro pueblo,
comunidad cristiana, trabajo, cofradía,… en cada rincón por donde nosotros nos
movamos.
Que
la Virgen María nos ayude a sentir su cercanía, para que sintiéndola, podamos
ser nosotros aún más cercano a ella. Así sea.
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