Hoy estamos
celebrando en la Iglesia Universal, la Epifanía del Señor. Y en medio de esta
fiesta tan importante dentro de la Navidad acogemos la memoria de Luisa. Damos
gracias por su vida prolongada y por ello vivimos esta celebración como todo un
homenaje para ella. No solo por los 101 años que ha vividos, sino también por
cómo los ha vivido y como el Señor le ha concedido la gracia de vivirlos
rindiendo hasta el final. Aquellos talentos que se nos fueron dados, a unos de
una manera y a otros de otra, hoy Luisa los presenta al Señor.
A lo largo de este tiempo de
Navidad, que concluirá el próximo domingo con el Bautismo del Señor, la
celebración de nuestra fe pone delante de nosotros tres teofanías o
manifestaciones del Señor: una es la de que Dios se ha hecho uno como nosotros,
niño, otra es la que hoy celebramos y en la que a través de una estrella se nos
manifiesta el lugar donde Dios se encuentra para ir a adorarle y otra será
–como digo- la del próximo domingo, en la que Jesús ya mayorcito será bautizado
por Juan en el Jordán, allí también Dios se manifiesta complacido, orgulloso,
como tantos padres, por su Hijo.,
Hoy nos centramos en la segunda
manifestación, epifanía, en la que una estrella nos indica el lugar para el
encuentro con el Señor. Ese encuentro no es solo para algunos, está llamado a
convocar a todos, de todas las culturas, de todas las religiones, razas,
lenguas, estados, etc. Dios no sabe de acepciones, nos trata a todos por igual
y si algunos van a ser, ciertamente, más privilegiados, estos van a ser los
pobres, por ello, ellos serán los que reciban la Buena Noticia de la salvación.
Todo esto no solo lo sabía Luisa
sino, que dentro de sus posibilidades, lo ha ido viviendo a lo largo de su
vida. Junto a su esposo se lo habrá transmitido a sus hijos, muchos hijos, por
ello que regalo más bonito el de reconocer hoy la vida. Especialmente, los que
somos los más pequeños de las familias numerosas tenemos que dar muchas gracias
a nuestros padres, porque nos dieron la oportunidad de estar aquí. Si nuestros
padres, también, pudiendo, se hubieran conformado con la parejita, ¿qué sería
de muchos de nosotros hoy?
Como digo Luisa, transmitió la fe a
sus cercanos, también desde la escuela, siendo maestra, apoyando los valores
propios de nuestra cultura y tierra, acentuando las enseñanzas del hogar y
celebrándolos con ellos en la iglesia.
Luisa era una mujer profundamente
cristiana, con una mente abierta, moderna diríamos hoy, avanzada a su tiempo.
Esa claridad que no permite que el reloj pare, y que va en sintonía con los
tiempos, sin dejarse influir por la superficialidad de los mismos, ayuda a caer
en la cuenta que Cristo, que vive desde ayer, hoy y siempre, contagia esta
actitud a otros muchos. Por ello los que estamos alrededor pueden ser
contagiados del testimonio alegre y elocuente de la fe, que muchas veces se
manifiesta a través de lo que menos nos esperemos.
Yo he visto muchas veces a Luisa,
tras la comunión, releer sus notas, de hace tiempo, de ejercicios espirituales,
de pláticas, de sentimientos escritos, por ser vividos por ella, etc. Citas que
ella recordaba cuando al Señor tenía en lo más íntimo de su corazón.
Dios se nos manifiesta y es una
estrella la que nos orienta. Luisa podría ser esa estrella, que nos haga
recalcular nuestra ruta. La estrella es Jesús mismo que ríe porque está alegre.
La estrella no es fugaz como tantas que nos presentan como modelos la sociedad
de consumo, la sociedad superficial en la que nos encontramos imbuidos. Es una
estrella que se ve desde todos los lugares, ambientes, situaciones de la vida.
Para aquellos Magos, incrédulos, dejados llevar por el cálculo, la geometría,
la magia, les recondujo hacia el dador de todos los bienes. El camino les hizo
al andar. El camino, con sus dificultades, con sus resistencias, con sus
incomodidades, les llevo hasta el mismo lugar donde Dios quiso nacer; una
humilde cueva. No creo que el olor a oveja fuera de su agrado. La Navidad
jubilosa que se nos presenta huele bien, pero la cruda Navidad, no huele tan
bien.
Le ofrecen al Señor lo que tienen:
oro, incienso y mirra. Pero lo que el Señor más agradece es su nueva postura,
han pasado del trono, a la humildad, verdaderamente se han encontrado con el
más humilde de los hombres, y por ello su camino de vuelta a casa, no será el
mismo que el de venida, reconocen ya donde está el bien y donde está el mal,
reconocen los Herodes de la vida y prefieren estar con Jesús.
Los Magos ahora son estrella para
otros que quieran también reconocer en este niño, la ternura de Dios. Luisa, a
su modo, también ha sido, y lo seguirá siendo, un haz de luz para todos
nosotros para dirigirnos en el camino. Cuál es el destino, el del Señor, que es
lo mismo que decir el del amor a Dios y al prójimo, no se entiende el uno sin
el otro.
Damos gracias al Señor por haber
tenido testigos que favorecen la cadena de transmisión de la fe. No seamos
nosotros el eslabón débil. Nuestra oración sincera es la mejor flor para Luisa
y, también, para el niño Dios. Así sea.
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