3 de abril de 2015

JUEVES SANTO: DÍA DEL AMOR FRATERNO

Al volver a casa, después de la Hora Santa, después de cerrar, la iglesia, y después de una breve conversación con los más rezagados de nuestra parroquia, me quedo con la satisfacción de sentir que la Pasión del Señor me afecta. 

Me afecta porque me la presencia de Dios de siempre me conmueve y emociona. Es poco lo que necesito para sentir que Dios está ahí, en cada cosa, en cada persona,...

La mañana, en la catedral, renovando mi ser sacerdotal, no estoy solo, vivo con otros, en el transfondo las palabras de aliento del obispo y del papa: el papa piensa en el cansancio de los sacerdotes, dice que da muchas vueltas a este asunto; que alegría poder experimentar que cuando estoy cansado, hay alguien muy importante, que me apoya, que me comprende,... 

Tarde de oficios en mis parroquias, se percibe ilusión, disponibilidad, entrega, servicio,... en una palabra "amor fraterno". Las palabras solemnes que hacen eco en medio de las naves llenas de piedras, creo Señor en la Iglesia hecha de piedras vivas. La procesión, quienes tiran de ti, te empujan, son parte de ti, de mí. 

Esta Semana Santa siento la necesidad de vivirla con especial afecto, afecto por la Pasión de Jesús, su Pasión por el Padre, su Pasión por el mundo.

Y Jesús no deja de sorprenderme de tantas y tan diferentes maneras, en el cariño de los amigos, de la comunidad, de tantos y tantos que van pasando por la vida, y encima no lo hacen en balde. 

Hora Santa, en compañía de Jesús, al estilo de Santa Teresa. Oigo: "Nada te turbe...". "Quién a Dios tiene...". Y me pregunto: ¿y para qué más? Que bien se está así, sin más aspiración que la de estar en el Señor.

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