
En nuestra parroquia, cuando ensayamos con los niños la celebración litúrgica de su Primera Comunión, les dimos a probar las especies -pan y vino- que serán consagradas, más tarde, en la Eucaristía de su incorporación a la Mesa del Señor.


Gustar es un sentido que nos hace saborear el resto, pues a Jesús el Señor lo vemos por caminos, plazas, templo, casas, camino del Calvario, apareciéndose, tocando y siendo tocado, curando, imponiendo sus manos, olemos el perfume de nardos sobre sus pies cansados, también el olor de la miseria, del odio y de la entrega, oímos sus palabras con el deseo de no ser sordos, etc.
Saborear a Jesús el Señor nos habla de identificarnos con su Persona, lo que los Santos, como santa Teresa de Jesús y san Enrique de Ossó, ejercitaron toda su vida. Co-sintiendo, consintiendo a Jesús en su corazón les hizo fieles discípulos, Testigos del Señor. Ellos, al igual que nos ocurre hoy a nosotros, necesitaban el Pan de la Eucaristía para poder “tirar” en esta vida, no a “trancas y barrancas”, que sería como sobrellevar una vida de fe tibia y poca esperanza, sino para alimentar la fe que necesitamos para la nueva evangelización que nos pide el Señor y su Iglesia, que comienza por nuestra conversión.
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