Su nombre era Iñigo López de Loyola, que cambió entre 1537 y 1542 por el de Ignacio «por ser más universal», o «más común a las otras naciones». Según la tradición, fue el último de los ocho hijos varones de Beltrán Ibáñez de Oñaz, señor de Loyola, y Marina Sánchez de Licona.
I. INICIOS
Tomó parte en la defensa de Pamplona al ser atacada (1521) por el ejército francés. Incitó a sus compañeros de armas a resistir en el castillo, pero fue herido por una bala que le rompió una pierna y le lesionó la otra. Desde Niccolo Orlandini, la tradición ha situado la providencial herida en el 20 mayo 1521, lunes de Pentecostés. La rendición del castillo se produjo el 23 ó 24 del mismo mes. La herida de Iñigo fue grave, como consta por la deposición del alcaide del castillo, Miguel de Berrera. Tras las primeras curas, practicadas por los franceses, fue llevado por sus paisanos a su casa de Loyola, donde sufrió una dolorosa operación, soportada con gran fortaleza. Su estado fue empeorando y el 28 junio fue el día crítico, pero aquella misma noche empezó a mejorar. Una vez repuesto, quiso que le cortasen un hueso de la pierna, que le habría impedido calzarse una bota «muy justa y muy polida» que deseaba llevar.
II. CONVERSIÓN y PEREGRINACIONES (1521-1524)