Realmente
la Palabra que podemos escuchar durante este tiempo de adviento nos puede
resultar bastante poético. Son los profetas los encargados de poner como
melodía a la Palabra de Dios. El Adviento es un tiempo litúrgico que nos está
invitando a la conversión. Y por ello parezca que no es tan “drástico” como lo
puede ser el tiempo de la Cuaresma. Pues este tiempo a lo que nos lleva es al
encuentro con Dios – Niño, tierno, dulce, etc. de fácil aprehensión por nuestra
parte, y la Cuaresma nos prepara para la pasión, muerte y resurrección, pero
muchas más veces son las que nos estancamos en la muerte, y claro esta es más
lúgubre y la desechamos.
Isaías nos relata la posibilidad que
de un palo seco pueda brotar algo. Esto -queridos hermanos- a nosotros no nos
resulta extraño. Contemplemos cada año el proceso de la viña, ¿acaso no brota
de algo seco? Nos habla de la posibilidad de habitación de animales que han
nacido para enfrentarse. Sin embargo, lo que Dios nos ofrece es salvación y no
espalda contra espalda. Nosotros no somos esa ristra de animales que el profeta
acaba de enumerar, sin embargo, nos cuesta relacionarnos, por decirlo -también-
de la forma más fina posible.
El pueblo de Israel vive de la
esperanza de lo que le anuncian los profetas. Estos no inventan, tienen una
especial relación con Dios, el Señor les habla para que nos hable. El pueblo
vive en la esperanza de la salvación, de la redención, ¿acaso nosotros no
deberíamos vivir más en esta clave? Sin embargo, parece que quien esperamos que
nos saque del agujero es la suerte, las carambolas. La relación que podamos
tener con Dios no ha de ser casual, por casualidad, porque, aunque es verdad Él
siempre está a ver si nos encuentra, necesita nuestro asentimiento y
consentimiento para acercarse y darnos el abrazo. Y no pasa nada por cómo nos
presentemos ante Él, pues Él es especialista en abrazar nuestra miseria,
nuestra basura, y convertirla en oro refinado. El intercambio es entre ambos,
no es posible solo de una parte hacia la otra: Dios siempre está por la labor,
¿y nosotros?
Pablo a los Romanos les dice, y en
ellos, nos dice: “acogeos mutuamente como Cristo”. Precisamente en otro lugar
de la Escritura podemos también leer: “quien me acoge a mí, acoge al Padre, que
me ha enviado”, “quien acoge a un niño”, etc. El tiempo de adviento nos está
invitando a preparar nuestra acogida al Señor. Pero hermanos, esta nos debe
iluminar el aspecto de nuestras acogidas hoy: ¿cómo son? No pretendo describir
ni las mías ni las suyas, pero a veces, los unos y los otros, somos groseros
acogiendo, riéndonos de los demás, ridiculizándoles, etc. Gracias a Dios que
aún tenemos conciencia y que -aunque sea pasando un tiempo- nos damos cuenta,
que nadie se autoengañe, porque precisamente este sea uno de los testigos que
verifican nuestra respuesta a Dios y el grado de nuestro fervor, vida de
piedad, o vida interior, y no tanto los sacrificios que como nos dice el Señor
en la Escritura no le satisfacen cuando no proceden de un corazón puro.
Por eso la invitación de Juan
Bautista a la conversión. ¡Y tendremos que convertir tantas cosas! El Papa
Francisco nos invita a la conversión pastoral y a la pastoral de la conversión.
Todo ello en línea con la nueva evangelización. Queridos hermanos, hay que
estar abiertos al cambio de época y a saber estar en esta época de cambio.
También nos habla así Francisco. El miedo y la desconfianza es propio del mal
espíritu, sin embargo, la apertura hacia los nuevos tiempos en los que nos
encontramos nuevas personas y hay que acoger con nuevas formas, no hay que
tener reparo. No vendemos nada, no ganamos más… nosotros somos hijos de Dios que
responden a su amor cada día, de la mejor manera posible, comuniquemos a todos
esta experiencia, después ya no dependerá tanto de nosotros quien más es tocado
el corazón. Ahora, que en nosotros sí haya vigor, ilusión, deseos,… para vivir
el cristianismo en primera persona, sin imposiciones, con espíritu de cercanía
y de servicio.
Pidamos a María ella nos ayude
siempre a estar próximos a Jesús y al prójimo. Así sea.
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