El viernes después del Corpus Christi celebramos la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús.
Hoy es ese día. Y lo hacemos en el marco del Año de la Fe, donde a todos nosotros se nos invita a ser más
sensibles en lo que toca a la fe, la relación con Dios y con su Iglesia. Este
año quiere ser provocación personal, para estar un poco más cerca del Señor,
alimentar nuestra fe, educar en la fe, etc.,… que nuestra relación con Cristo sea
como ese viento que dirige nuestros pasos, nuestro seguimiento a Cristo que es pobre
y humilde.
Es el día en el que celebramos el afecto de Dios por todos nosotros, por todos,
nadie queda fuera de su dilatado corazón. Afecto que nace de un corazón
enamorado por la humanidad que ha sido creada por Él mismo. Dios Padre por amor
nos creó, mucho antes de que nosotros le amáramos, Él nos amó primero, y porque
nos amó, nos creó.
Esto es más que un tópico, unas bonitas palabras, o incluso un juego de
palabras, no es ni un juego ni solo palabras, sino la certeza que muchos
podemos confesar cada día pues nos sentimos apoyados, animados, enamorados,
alegres, entusiasmados, enviados, desbordados, protegidos, ensimismados y
alterados,… En el Señor tenemos puesta nuestra confianza –aunque siempre
limitada por nuestra condición humana- porque en Él sentimos al Amigo que nunca
falla. Ojalá no solo sintamos, sino que desde dónde nos movamos, desde la clave
desde la que amemos a otros, ojalá tanto como Él a nosotros, ¿qué mejor testigo,
referente o patrono, que el mismo Hijo de Dios para comportarnos?
Y es que en el centro de su persona, está su corazón, de donde irradia toda
su Pasión, la que siente por el Padre que es la que le lleva a la Pasión, sin
tener en cuenta los efectos secundarios de la misma, sabe que “el grano de
trigo sino muere no da vida”. El martirio es la clave de su testimonio de fe.
Su vida es una vida entregada, dada; sin reservas ni miserias nos entrega lo
que es: su cuerpo y su sangre, su vida, Él es el “pan de Vida”. Su misión, su
razón de ser, es vivir descentrado, siempre “disminuyendo”, siempre poniendo el
ser humano por encima de la ley, el amor por encima del interés. En el corazón
de Jesús está el centro de su misericordia, el amor más humano y a la vez más
divino, es decir, su auténtica “personalidad”.
Su Corazón está, como en el de todos nosotros, en su cuerpo y ese cuerpo lo
recibimos en la Eucaristía, es el Pan que no sacia nuestra hambre fisiológica, por
eso no es un pan que hemos de recibir por rutina, pero alimenta nuestro ser,
nuestro pequeño corazón muchas veces débil y herido. Es ahí en el pan donde
nosotros tenemos que mostrar nuestro acatamiento, nuestra obediencia, nuestra
adoración, nuestra fe, etc.,… Las palabras más sinceras y más auténticas surgen
del cruzar la mirada frente a frente con Él. Las corazonadas sin doblez, más
humanas y al mismo tiempo más divinas se reproducen de la relación cordial que
tengamos con Jesús.
Y, el corazón está situado en el cuerpo de Cristo que es la Iglesia. Todo
el interés del Señor está en sus hijos, por sus hijos. No obstante, Dios tiene
puesto su corazón en toda la humanidad, ojalá toda la humanidad estuviera cerca
del Señor, fuera su Iglesia, ojalá la Iglesia camine hacia esa nueva humanidad
en la que todas las cosas serán nuevas, ojalá seamos el Reino de Dios, Jesús
mismo, por la comunión explícita que mantengamos corazón a corazón con Él,
cuerpo a cuerpo. Ojalá seamos evangelio, buena noticia siempre.
Y en el Corazón de Jesús está María, su Madre. Precisamente mañana
celebraremos el Inmaculado Corazón de María. Su corazón es un corazón
traspasado por el dolor, pero también por la alegría y el gozo, de toda su
historia cerca de Jesús, una historia de salvación, que como ella misma
expresa, se sienta esclava, presa, atada a la cruz del Señor, porque de ahí
procede el amor más puro, más profundo, más tierno, más veraz.
Ojalá para todos nosotros la devoción al Sagrado Corazón de Jesús nos ayude
a identificarnos con la humanidad de Cristo, nos identifiquemos con Cristo,
para que nos sintamos seducidos por su amor y podamos llevar a otros al
conocimiento de esta verdad, para que más conociendo, más amemos y sigamos. No
solo por nuestro bien, sin para bien de toda la humanidad.
Sagrado Corazón de Jesús, en Vos
confío.
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