
1. San Luis es el
patrono de la juventud católica. Nació el 9 de marzo de 1568 en Lombardía
(Italia). Su entrega a Dios en su infancia fue completa y absoluta y ya en su
adolescencia, decidió ingresar a la Compañía
de Jesús, pese a la rotunda negativa de su padre, que soñaba para él una
exitosa carrera militar. Durante los años siguientes, el santo dio pruebas de
ser un novicio modelo. Estando en
Milán y por revelación divina, San Luis comprendió que no le quedaba mucho
tiempo de vida. Aquel anuncio le llenó de júbilo y apartó aún más su corazón de
las cosas de este mundo. Por consideración a su precaria salud, fue trasladado
de Milán a Roma para completar sus estudios teológicos, siendo los atributos de
Dios sus temas de meditación favoritos. En 1591 atacó con violencia a Roma una
epidemia de fiebre; los jesuitas abrieron un hospital y el santo desplegó una
actividad extraordinaria; instruía, consolaba y exhortaba a los enfermos, y
trabajaba con entusiasmo y empeño en las tareas más repugnantes del hospital. Falleció en la octava del Corpus Christi, entre el 20 y 21 de
junio de 1591. Fue canonizado en 1726.
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3. Gonzaga no nos resulta lejano en
el tiempo, todas sus actitudes son deseables para nuestra época. En el fondo
–como acabamos de decir- el amor que sentía por el Señor le hacía un testigo
verídico. Él, no cabe duda, es buen patrono para la juventud cristiana, para
que los jóvenes vean en él, a alguien de carne y hueso que consiguió ser como
Jesús en su tiempo. Para ello es muy importante tener un especial trato con el
Señor, hablar con él “como un amigo habla con otro amigo” (San Ignacio de
Loyola), hablarle a Él de ellos y a ellos de Él. San Luis se comprometió con la misión que le encomendó el Señor y arriesgó su vida. Al final se contagió y
ojalá nos contagie él de Dios.
4. Siempre me llamó la atención este
joven santo jesuita, a parte de ser patrono de la juventud católica, también lo
es de los enfermos de SIDA (con los que yo he tratado) y, también, es patrono
de los teólogos jesuitas. Por lo tanto, él –quiera o no- ha estado presente en
mi vida y le he sentido como compañero. Siento particular devoción por él y un
deseo grande de ser como él. Al mismo tiempo, me parece que es un personaje
sugerente para proponer a los jóvenes. Su vida no es complicada, es muy
sencilla y clarividente. Tiene deseos grandes de estar con el Señor y anima a
la fe. Su relación con Dios le lleva a ser puro y casto, vivencia que le hace
ser transparente, sin doblez, de mirada limpia y corazón también. Los jóvenes
pueden ver en Luis un modelo de santidad en medio de un mundo que también tiene
sus pestes, su aprecio por los bienes materiales y su ignorancia por los
espirituales; pueden ver en él al joven que sintió aquello de: “… Vos me lo
distéis a Vos Señor lo torno”.
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