A lo largo de las últimas semanas
hemos ido celebrando en nuestra villa y parroquia nuestros santos patronos:
Marina y Santiago. Son ellos los que tomamos como modelos para el seguimiento
de Jesús. El tiempo pasa y, en un mes, también, honraremos y veneraremos a
nuestra patrona la Virgen de Viloria. La Madre buena que sabe indicar el camino
para llevarnos a Jesús. Y el próximo 7 de agosto, una vez más nuestra villa y
parroquia se reunirá en fiesta y alborozo para celebrar solemnemente al Siervo de
Dios Antonio Alcalde, obispo de Guadalajara y Yucatán.
Todos nosotros, quien más, quien menos; conocemos su vida, sus
obras y, sobre todo, alguna leyenda que otra que sobre esta iglesia se cuenta. Quisiera,
más bien, fijarme en un aspecto –que me parece muy importante- de su vida y que
nos puede iluminar la nuestra, nuestra vida como cristianos; entonces puedo
sugerir que este paisano nuestro -a diferencia con lo que la Sagrada Escritura
cuenta- sí es un buen profeta en su tierra.
Ese aspecto que me parece tan
importante, lo podemos descubrir en la Palabra de Dios.
Isaías (58, 6-11) nos habla del
verdadero ayuno que Dios quiere, en clave de libertad. Nos habla por un lado de
quien se deja llevar por el Señor y, por otro, que ese dejarse llevar por Él
genera libertad en uno mismo y anima a expandirla alrededor.
Pablo (Rom 8, 28-30) también nos habla de aquellos,
que como el barro en manos del alfarero, se dejan modelar por el Señor. Ésos, aman
a Dios y a los de Dios. Esos continuamente viven en clave de Dios. Ésos no
miran para atrás, ésos tienen un horizonte tan amplio que es su único mirar, es
el mirar de Dios, que quiere mirar a través del hombre; y para ello cuenta con
tus ojos y los míos.
Y, por último, Mateo, como
un nuevo Moisés, Jesús expone desde lo alto de un monte la nueva ley de su
Reino. Es el “Sermón de la montaña”, que comienza con las Bienaventuranzas.
Todas ellas se resumen en la primera: la de los pobres de espíritu, aquellos
que lo dejan todo para seguir e imitar a Cristo. Encontramos la visión de Dios
sobre el hombre y sobre el mundo. Y esta mirada de Dios, en muchos casos, no
coincide con la nuestra. En este Evangelio, Jesús parece poner todo patas
arriba: llama a los que lloran y a los que son perseguidos e insultados:
felices.
Fray Antonio Alcalde vivió
en esta clave toda su vida: ayudó a liberar al ser humano de sus propias
esclavitudes, todo lo que hizo fue en bien de los demás, especialmente los más
pobres, todas sus empresas las consideró obra de Dios; y en clave de
bienaventuranzas tuvo una opción –claramente- preferencial por los más pobres de la
sociedad en la que le tocó vivir.
Nuestro
paisano siguió la
tradición eclesial rica en obras e iniciativas en favor de los pobres. ¿Será,
por ello, que durante siglos, el obispo fue llamado "el padre de los
pobres", y debía consagrar al servicio de los pobres la cuarta parte de
todas las rentas de que disponían las iglesias locales? No creo que fuera por
ello, sino por su vivir en y para Dios y los de Dios.
La pobreza que Dios llamó bienaventurada está hecha de pureza, de
confianza en Dios, de sobriedad y de disponibilidad para compartir con los
otros, de sentido de la justicia, de hambre del Reino de los cielos, de disponibilidad
para escuchar la Palabra de Dios y guardarla en el corazón. La pobreza que
oprime a una multitud de nuestros hermanos en el mundo y que frena su
desarrollo integral como personas, es diferente. De cara a esta pobreza que es carencia
y privación, el obispo dominico elevó la voz, con sus obras, invocando y
suscitando la solidaridad de todos para vencerla. Quizá lo aprendió de sus
propios padres. En casa y en familia es donde aprendemos las buenas costumbres.
Joseph e Isabel, sus cuatros hijos, formaban una familia en la que parece no
vivían muy surtidos de despensa. La historia muchas veces nos demuestra que es
en estómagos no muy llenos donde surgen las mejores ideas.
Fray Antonio fue pobre entre los pobres, liberándose de las riquezas, las
ponía a disposición de los más pobres.
Hoy con agradecimiento recordamos su memoria y la huella que él dejó en
nuestro pueblo. Nos sentimos orgullos de que en Cigales saliera no sólo tan
ilustre hombre sino tan buen cristiano.
Y en él no me quiero olvidar de la Asociación de Mayores “Fray Antonio
Alcalde” de Cigales. En primer lugar agradezco toda la labor que hacen en este pueblo, es difícil poder enumerar toda ella, pero: las aulas
de formación, la recogida de datos y posterior libro de la historia de esta
villa, esa revista que lleva vuestro nombre, esta coral que con sus voces casi
hacen vibrar los vidrios de esta casi catedral y que se mueven por villas y
pueblos de la geografía española, donde con sus repertorios musicales,
literarios, poéticos, humorísticos, nos enseñan tanto de la vida y de sus
sentimientos. Y si hay algo que tenéis, por estar en el estadio ese, bien
merecido, de la jubilación; es tiempo, tiempo que no es baldío, porque por
vosotros no pasa en balde: esas excursiones, esos viajes,… que os hacen estar
más unidos. Y en ellas, surgen los proyectos y los retos, las ilusiones –que
tanto, a veces, nos faltan a los jóvenes-. Os animo amigos a seguir en esta
línea, es un signo de Dios y de su Espíritu: el ánimo y el aliento, la
consolación y la paz.
¡Que pasemos todos un buen día de Fray Antonio Alcalde!
P. Juan Carlos Plaza Pérez
Párroco de Cigales
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