4 de junio de 2016

SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

Hoy es una de esas fiestas por las que en mi vida tengo mayor devoción: El Corazón de Cristo, el Sagrado Corazón, el Corazón de Jesús. Una expresión o llamada, tanto para la humanidad de Jesús, como para la divinidad de Cristo: Jesucristo, Dios y hombre a la vez. Inseparable esta doble naturaleza en la persona de Jesús el Señor.

En el corazón habita también la misericordia de Dios, Dios tiene entrañas de misericordia, y Jesucristo es precisam ente el rostro de la misericordia del Padre.

Un corazón amoroso, infinitamente capaz de amar, por encima de si recibe o no recibe amor. ¡Qué difícil para nosotros y qué fácil para Dios!

En el corazón habitan circunstancias que aceleran o deceleran el ritmo cardiaco; a un padre, y más con este corazón, no le faltan situaciones, de sus hijos e hijas, por las que tenga que alegrarse, pero también por las que tenga que sufrir. De hecho esa es su misión, o como diríamos hoy coloquialmente: “lo tiene en nómina”; amar por encima de nuestra correspondencia. 

Realmente Dios no mira si amamos o no, está por encima de estas coyunturas: Dios ama sin medida y no vive dependiente de si le amamos o no. Pero… pero… Nosotros que sí experimentamos su amor en nosotros y que sí respondemos a ese amor con nuestro propio amor, sabemos que acoger el amor de su corazón nos reconforta, nos plenifica, nos hace depositarios de su amor para los otros, pues quien mucho ama es porque antes mucho se le ha amado.

El Sagrado Corazón de Jesús nos habla de un amor que palpita y que se dilata. Habla de amor y de servicio, habla de la Eucaristía; por eso esta solemnidad y devoción está tan apegada a Jesús en la Eucaristía. La Eucaristía “fuente y culmen de la vida cristiana”. Somos cristianos, seguidores de Jesús, seguidores de sus actitudes: su relación con los pobres, con los marginados, con las mujeres, con los niños, con los huérfanos, con las viudas, con los paganos, con los judíos y sus autoridades, con la autoridad civil, etc. A todos les ofrece lo que tiene, como depósito en su corazón, el amor de Dios.

En la Escritura, en el momento del calvario, podemos escuchar que “al punto brotó agua y sangre”, nuestro sustento para la vida: el Bautismo y la Eucaristía; sacramentos de la Iniciación cristiana que están constantemente presentes en nuestra vida.

Del Bautismo bebemos la salvación y la marca, como hablamos de los productos de Castilla y León, “tierra de sabor”, nuestra identidad cristiana, somos cristianos, somos o queremos ser como Jesús, santos. Cada día al entrar en la iglesia mojamos con agua bendecida para renovar o recordar nuestro bautismo, igualmente en el acto penitencial de la Eucaristía, u otros momentos donde el sacerdote también recuerda este hecho, como es tras la proclamación del Evangelio, incluso en el momento previo de recibir la comunión todos mostramos nuestra indignidad, no nos merecemos recibir al Señor pero Dios –aún así- viene a nuestro pobre corazón para –con nuestra disponibilidad- transformarlo.

Y el otro signo, la sangre, como digo, nos habla de la Eucaristía. Acabamos de celebrar en nuestra diócesis un Congreso sobre la Eucaristía con el fin de profundizar en este gran don que Cristo nos donó a la Iglesia. Un Congreso que ha sido todo un regalo para los diocesanos de Valladolid. A nivel parroquial hemos podido profundizar en lo qué es un Congreso, en el Domingo como el Día del Señor y la Eucaristía. A nivel arciprestal hemos gozado de un día pleno: con la reunión de los hermanos, la oración en común, la celebración del sacramento de la penitencia, la adoración y contemplación, talleres que pretendían trabajar el tema de la Eucaristía en relación con la caridad, la liturgia, el arte, etc.,… así como el compartir la mesa de la Palabra y de la Eucaristía, y también la mesa de la fraternidad. Todo ello nos ha servido para sensibilizarnos con la Eucaristía, dentro y fuera de la Santa Misa. 

Son muchas las personas, que en nuestra parroquia, se benefician, gracias a los ministros extraordinarios de la Comunión, del viático, de la Sagrada Comunión en sus domicilios.

La Eucaristía está muy vinculada, como digo, al Corazón de Cristo, es su fruto: la Eucaristía fuente de todos los atributos que proceden de Dios y que a modo de rayos vemos que procede, como si de un sol se tratara, de la custodia que porta la Sagrada Hostia.

La archidiócesis de Valladolid se congratula con su pastor, el obispo, de corazón configurado al corazón de Cristo, de la respuesta de sus diocesanos en la tarde del Corpus Christi.

Corazón, misericordia, Eucaristía, amor, servicio, entrega, etc. Y, ¿María? El Corazón Inmaculado de María nos asiste con su talante siempre bien dispuesto para cumplir la voluntad de Dios. María, la Virgen María, nos hace pregustar estas mieles que nos proporciona estar en comunión con Cristo, incluso cuando muchas veces lo que nos ofrece la vida sean hieles.



Finalmente, desear que todo el mundo se salve y llegue al conocimiento de la Verdad. Caigamos en la cuenta de la gran letanía de personas que hoy sufren los desastres de la guerra, la desigualdad, el paro, la violencia, la discriminación, el abandono, la soledad, la enfermedad, el escepticismo o la indiferencia y preguntémonos: ¿cómo podríamos llevarles a Jesús, cómo podríamos acercarles al Corazón de Cristo, el amigo que nunca falla?

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