Durante estos días, con gran alegría
muchos niños se acercan por vez primera a la Mesa del Señor. A lo largo de un
tiempo de catequesis se han estado preparando para este momento: recibir a
Jesús en la Eucaristía.
Las Primeras Comuniones son días
preciosos para la parroquia, que se siente acompañante de los más pequeños de
su comunidad. Para los catequistas, indudablemente son celebraciones en el que todo
el esfuerzo derrochado amorosamente en la catequización de los niños se refleja
en pura Gracia de Dios. Para los padres momentos de gran emoción, porque
sienten como sus hijos crecen en estatura y gracia, ante Dios y ante los
hombres.
Sin embargo, todo eso sembrado, puede
quedar en nada, si no se continúa. Imaginemos que el agricultor siembra pero no
se ocupa de seguir el proceso, de regar, abonar, aricar, etc. Amigos, la
educación de la fe no termina con la Primera Comunión.
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