Pero queridos
hermanos, no es lo mismo celebrar la Pascua, gozar con Cristo gozoso, sin haber
vivido al Cristo quebrantado; esa experiencia es la que probablemente hoy nos
ha marcado para que llenos de alegría podamos vivir de la esperanza. Coger un
libro, e irse al final, para ver cómo termina la historia, sin haberse empapado
de las páginas del medio, que nos cuentan, narran, nos hacen entrar en escena,
nos hacen vivir en primera persona, es como que alguien te anime a ver una
película y te la estropea porque te cuenta el final. La pasión del Señor que
siente por mí, por ti, eso hay que vivirlo en la propia carne, entonces
verdaderamente sentiremos el gozo de la fe, el deseo de la Gracia y las ganas
de contárselo a todo el mundo, Jesús ha resucitado, esta es la evangelización.
Los rasgos de
la Pascua son evidentes. Los rostros para darse cuenta qué Dios vive en mí, que
está presente en mi persona, en medio del mundo, de los otros, y todos los días
de mi vida no solo hoy porque celebramos la Pascua,… son evidentes. Él se hace
presente, de muchas maneras, y lo hace dando vida, dando alegría, transmitiendo
paz y creando testigos.
Jesucristo
transmite vida, a nuestros cuerpos y corazones un tanto cansados. Cansados de
la situación, pero poco animosos para cambiar lo poco o mucho que podamos. Con
la moral en muchos momentos por los suelos. El Señor nos transmite vida, a los
que en ocasiones vamos por las calles como deambulando pero sin horizontes.
Nos transmite
también alegría, la alegría de la fe, del creer. Esto es lo que verdaderamente
los cristianos estamos llamados a transmitir: la fe es alegría, creer nos
invita a la alegría, la fe se transmite desde la alegría y no desde la
pesadumbre, la carga, el a mí que me dejen en paz que yo ya sé lo que tengo que
hacer con mi vida, con mi manera de creer,… Sin estar abiertos al Señor, a su
Iglesia, a la comunidad de cristianos que se reúne para celebrar la fe cada
domingo. La fe como no se transmita con alegría será una fe muerta, porque la
alegría –estamos diciendo- es un rasgo de la Resurrección.
Y la
Resurrección del Señor, su presencia viva en medio de nosotros, nos transmite
paz. Si queremos saber si el Señor está con nosotros, veamos cómo estamos a
nivel de paz. Si estamos como enfadados con todo el mundo, que todo nos parece
mal, que las cosas no tienen solución ni las van a tener, que parece que todo
me pasa a mí,… quien habita en ti es el mal espíritu, a quien le vamos a decir
hoy: Renuncio. Sin embargo, si en ti está el deseo bueno de cantar, de vivir
con alegría, de apreciar los pequeños momentos que te suceden en la vida, si
valoras a las personas que están a tu alrededor, les das las gracias, tienes la
humildad de pedirles perdón si llega el caso, si en tu vida la conciencia la
tienes tranquila, piensas en los demás, especialmente en los más pobres,… Dios
está en ti y te está dando paz, ganas, ánimos, vigor, ilusión,… a esa paz que
nos transmite el Resucitado, hoy le vamos a decir: Creo.
Quien se ha encontrado con el Resucitado tiene que comunicarlo indudablemente al mundo entero. La Resurrección invita al testimonio y el encuentro con el Señor resucitado crea testigos. Precisamente esto es lo que os corresponde a los padres y padrinos de los niños que vamos inmediatamente a bautizar, a ser testigos en medio de vuestras familias, transmisores de la fe; esta semilla que hoy sembramos hay que hacerla germinar con la ayuda de Dios. También a la comunidad le corresponde esta tarea evangelizadora que no debemos obviar o esquivar.
Que la Virgen
que probablemente fue la primera en encontrarse con el Señor, su Hijo, nos
ayude a encontrarnos con Él hoy y todos los días de nuestra vida. Así sea.
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