Nacido de padres nobles, en Polonia, en octubre del año 1550, voló su alma a la Patria celeste, cuando no había cumplido aún sus diecinueve años. Uno de los grandes modelos para la juventud cristiana y estudiosa. Vivió siempre dominado por esta idea, que se convirtió en predilecta máxima suya: «He nacido para el cielo, y no para la tierra». — Fiesta: 15 de agosto.
Refieren sus biógrafos que a los cinco años ya rezaba y meditaba como una persona mayor, y pasaba largas horas pensando en las verdades del Catecismo.
Al cumplir los trece años de edad fue enviado, en compañía de su hermano Pablo, algo mayor que él, a un famoso colegio de Viena, dirigido por los Padres de la Compañía de Jesús. La ejemplaridad de Estanislao hizo que en breve fuese respetado por todos los colegiales. La grandeza de su corazón se transparentaba en sus palabras y en sus maneras de obrar. Era servicial. Todos le querían, sin asomo de recelo. Daba, en especial, altos ejemplos de piedad, y era manifiesta la devoción que profesaba a la Santísima Virgen. Algunas veces le habían visto llorar de ternura al cantarse la Salve. Mas la admiración subió de punto al darse cuenta, un día, de que Estanislao, de rodillas, se elevaba misteriosamente por encima del suelo, y se mantenía extasiado, despidiendo su rostro una dulce claridad. Este caso se repitió muchas veces.
Pasados tres años, los Padres de la Compañía se vieron obligados a clausurar el Colegio. Tenían otro en el centro de la ciudad, y en él siguieron dando casi todas las clases; mas no disponiendo de local para alojamiento de los pensionistas, se vieron éstos forzados a procurarse pupilaje en casas particulares. Estanislao y su hermano se alojaron, por imposición de éste, en casa de un fanático protestante. Para colmo de desgracia, Pablo y los demás compañeros de pupilaje eran algo libertinos y se dejaban arrastrar fácilmente hacia las diversiones mundanas y pecaminosas. Estanislao sufría mucho entre ellos. A mediados del año 1566 cayó enfermo y se agravó de tal manera, que el médico indicó la conveniencia de que fuese sacramentado. Pablo y sus compañeros, temiendo excitar las iras del protestante, no se atrevían a permitir la entrada del Santo Viático. Temeroso de morir sin los Sacramentos, invocó Estanislao la protección de Santa Bárbara, especial abogada de los enfermos en casos como el suyo. A medianoche apareciósele la hermosa Virgen y mártir acompañada de dos ángeles, uno de los cuales llevaba la Sagrada Eucaristía. Estanislao quedó pasmado; latió su corazón con inefable gozo, y arrodillándose sobre el lecho recibió de manos del ángel el Santísimo Cuerpo de Jesucristo. Durante la misma enfermedad recibió también la visita de la Virgen Santísima acompañada del Niño Jesús, quien, pasando de los brazos de María a los de Estanislao, se dejó acariciar largo rato por éste. Al tomar nuevamente a su divino Hijo para despedirse, dijo María a Estanislao: «Hijo mío, ya está curada tu enfermedad; mas acuérdate de que la voluntad de Jesús y la mía es que ingreses lo más pronto posible en la Compañía de Jesús».
Estanislao se esforzó en cumplir cuanto antes la orden de la Reina de los Cielos. Una mañana del mes de agosto de 1566 partió de Viena, solo y a escondidas, burlando las iras de su hermano, que desde hacía algún tiempo le venía maltratando. El término de su viaje era alguna ciudad de Dilinga, de la alta Alemania. Llevaba una carta de recomendación de su director espiritual para el Padre Provincial de aquella demarcación, que era a la sazón el gran apóstol San Pedro Canisio. Antes de partir dejó una carta que un amigo suyo de confianza debía entregar a su hermano. En ella le hacía sabedor de su resolución, a fin de que no le buscase. En las afueras de Viena cambió sus vestidos por un hábito de peregrino que se había procurado, y emprendió, alegre, el camino. Durante este viaje alimentóle de nuevo Nuestro Señor con el Pan eucarístico por ministerio de los ángeles.
Pasó una temporada en Dilinga haciendo su probación y empleándose en los oficios más humildes de la casa, hasta que el provincial dispuso que partiera a Roma, juntamente con varios compañeros, para presentarse a San Francisco de Borja, superior general de la Compañía. Allá llegaba el 25 de octubre de 1567, tras un viaje penosísimo, que le había puesto enfermo. San Francisco de Borja ordenó que se atendiera a su salud con gran diligencia durante algunos días. Ya convaleciente, empezó a tomar parte en todos los actos de la Comunidad, dejando admirados a todos por su exactitud en el cumplimiento de las Constituciones y por el extraordinario fervor con que hacía la oración. Salía de ella con el rostro encendido y el corazón jadeante, de suerte que tenía necesidad de airearse en el jardín, habiendo sido preciso más de una vez aplicarse paños mojados en agua fría para calmarse. Sus desmayos y éxtasis se repetían con mucha frecuencia.
Poco había de durar la vida de Estanislao de Kostka. En primero de agosto de 1568 hallábase San Pedro Canisio en la ciudad de Roma, y fue invitado a dirigir una plática a los novicios de la Compañía. Después de haberla escuchado, dijo Estanislao a sus compañeros: «El padre Canisio nos ha exhortado a todos a caminar con rapidez por la senda de la vida; mas su exhortación ha sido para mí un prenuncio de mi muerte: voy a morirme dentro de este mes». Por estar ya entonces muy robusto, nadie hizo gran caso de sus palabras, las cuales, sin embargo, se cumplieron al pie de la letra. El día 5, hablando el novicio con un Padre portugués, y habiendo recaído la conversación sobre la próxima fiesta de la Virgen, díjole que esperaba estar presente en la solemnidad que aquel día tendría lugar en el cielo. El día 10 comenzó a sentirse enfermo. Dos días después sufrió un aumento de temperatura, sin presentar, con todo, ningún síntoma alarmante. Así seguía Estanislao en la mañana del día 14. A pesar de su estado estacionario y nada peligroso, dijo al Hermano que le asistía: «Me moriré en la noche próxima». Pocas horas después se agravó sobremanera. Anochecido casi, se persuadieron los superiores de la necesidad de administrarle los Santos Sacramentos, que Estanislao recibió con un fervor y una alegría indescriptibles. Al alborear el día 15, festividad de la Asunción, la dulcísima Madre y Reina vino a buscar a su devoto hijo y siervo, que la había amado siempre con delirio.
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