Hoy es la
fiesta de todos los santos. Un día muy especial para mirar hacia el
cielo. Porque, cerca de Dios, están miles y miles de personas que, por lo que
hicieron y dijeron, han llegado a ser santos y santas. Empezando –como dice el Catecismo de la Iglesia Católica- por la
santa Madre de Dios, después los mártires y el resto de los santos (pastores,
vírgenes, confesores,…), la Iglesia que peregrina por la tierra se siente muy
unida a la corte celestial. Pues todos ellos fueron un reflejo del Señor mientras
estuvieron en la tierra. Ahora, ellos interceden por nosotros, nos acercan a
Dios.
Festejamos
que Dios hace partícipes de su felicidad a todos los hombres y mujeres que han
vivido en este mundo y que hoy gozan ya con Él de su felicidad para siempre.
Esta fiesta ha de rebosar también nuestra esperanza y nuestros deseos de ser
felices.
Por eso hoy
en la Eucaristía se proclama el Evangelio de las Bienaventuranzas, en el que
Jesús nos propone un proyecto de vida válido para todos los seres humanos. Un
proyecto de felicidad.
Escuchemos
siempre la Palabra con atención, sin prisas, el Evangelio de cada día, en la
iglesia, en el hogar, la familia, en la catequesis,… la Palabra desea iluminar
nuestra vida.
En las
primeras bienaventuranzas Jesús invita a vivir la felicidad, presenta la
pobreza, la angustia, el desprendimiento, el hambre, la sed de justicia como fundamento,
como la seguridad para alcanzar la felicidad.
En las
siguientes invita a la generosidad, a la solidaridad, a tener un corazón
compasivo, misericordioso, al trabajo por la paz, a la reconciliación. Es
decir, una invitación muy concreta a sentir el comienzo del Reinado que ya está
aconteciendo en la misma vida del Señor y que estimula a asumir a quienes
acepten su proyecto.
Ciertamente
nosotros vivimos nuestras propias bienaventuranzas. Son nuestros bienes,
nuestras compras, nuestros triunfos, nuestra seguridad. Jesús ha trastocado el
sentido de nuestra felicidad. Ha dado un vuelco total a nuestra manera de
entender la vida y nos ha descubierto que vamos contra corriente.
Esta
fiesta que celebra el Padre con todos sus hijos, nos recuerda que hay otro
camino de felicidad. Esta fiesta nos dice que la verdadera felicidad es algo
que se la encuentra de paso, en el correr de la vida, como fruto del
seguimiento fiel a Jesús.
Son
muchos los santos, de todas las partes del mundo, de todos los tiempos, de
todas las culturas, de todas las razas,… entre ellos podemos reconocer a parientes,
incluso a amigos nuestros. Pasaron entre nosotros dejando una huella de bondad,
en muchas ocasiones casi sin hacer notar su presencia. Ellos con su vida, de la
que de algunos hemos sido testigos, nos han dado las mejores lecciones por su
forma de vivir y de creer.
Jesús nos
invita hoy a todos a vivir con el espíritu del sermón el monte, el espíritu,
que como nos dice San Juan, nos conduce a ir siendo los hijos de Dios, cada uno
a su estilo, hay tantos tipos y vocaciones de santos como situaciones humanas
existen. Hemos de alcanzar nuestra santidad, a la que Jesús nos invita a cada
uno. Pidamos a Jesús un corazón generoso que nos permita reconocer al Señor en
cada uno de los hermanos. Feliz santo a todos.
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