Con
tu silencio como respuesta
y
con tus pisadas, suaves y humildes,
nos
muestras el camino de la fe.
Con
tu silencio, obediente y puro,
hablas,
más que con palabras, con tus propias obras.
¡Sí;
José!
Acercarse
a tu pecho es sentir el rumor de Dios
saber
que, en la soledad y en la prueba,
es
donde se demuestra la grandeza que presumimos
la
verdad o la mentira de lo que somos.
Nadie
como Tú, José, habló tanto en imperceptibles palabras:
Tu
vida fue un canto a la obediencia
Tu
caminar se convirtió en letra impresa
Tu
sendero marcó un antes y un después
para
los que, como Tú, queremos seguir dejando huella.
¡NOS HABLAS, JOSÉ!
Desde
la bondad frente a tanto odio
Desde
la fe ante las dudas que nos rodean
Desde
el silencio cuando el ruido nos atenaza
Desde
la responsabilidad
cuando
caemos bajo el peso de nuestras fragilidades
¡NOS HABLAS, JOSÉ!
En
sueños que, mirando al cielo, se convierten
en
destellos divinos
En
sueños que, mirando a la tierra,
nos
empujan a ser decididamente rectos
En
sueños que, en las noches oscuras,
disipan
preocupaciones y horas amargas.
¡NOS HABLAS, JOSÉ!
Sin
elocuencia pero con la verdad de tu vida
Sin
ruido pero con la decisión de tu cayado
Sin,
subidas o bajadas de ángeles,
pero
con los pies en la tierra
Sin
riqueza en tu hogar ni monedas en tu túnica
pero
con el tesoro inmenso de tu fe sin límites.
¡Sí!
¡Así nos hablas, José!
Toda
tu vida es páginas por escribir
de
alguien que ya habló con su propia existencia.
Amén
Javier
Leoz
No hay comentarios:
Publicar un comentario