Santiago
Apóstol, patrono de esta parroquia tan querida de Cigales, así como nombre de
esta apreciada iglesia. Esta iglesia bien llamada catedral del vino en homenaje
a la denominación de caldos que se cultivan por estas tierras. Iglesia, cuyas
torres otean, cual vigías, el panorama que le rodean.
Cigales,
¿qué sería sin sus vinos?, pero hermanos, ¿qué sería sin su iglesia? Su iglesia
escarpada, domina la villa y toda la región. Esta iglesia imponente,
mastodóntica, típica herreriana, enorgullece a las gentes de Cigales, a los de
toda la vida y a los mal llamados “forasteros”. Pues la iglesia Santiago
Apóstol de Cigales, así como su parroquia, acoge, al modo de los albergues en
el Camino de Santiago, a todo peregrino que se acerca. La acogida para un
cristiano es elevada a la categoría de obra de misericordia.
El
Camino de Santiago riada de lenguas, tipologías y culturas, pues el Espíritu
del Camino es el que hace posible la provocación del encuentro, especialmente
con Aquel Hombre que se hace el encontradizo en nuestro caminar, en nuestra
vida cotidiana, en tantas vicisitudes y, también, alegrías con las que está
sazonada nuestra existencia.
Ese
Hombre, Dios para más señas, que se descubre, también en este templo, cuando a
la hora de la Santa Misa contemplamos su presencia al partir el Pan, ahí le
hablamos de tú a tú, pues Él es-con-nosotros; y en su Comunión está su Vida
Eterna.
Queridos hermanos, Santiago sigue
siendo ese apóstol, que desde el Espíritu del Señor nos sigue comunicando la
vida del mismo Dios, acercándose como mediación del Señor por tierra, mar y
aire.
Esta iglesia habrá vivido desde el
siglo XVI numerosas solemnidades de Santiago Apóstol. Ella es testigo fidedigno
del proceso de la fe de este pueblo de Cigales y de tantas gentes como lo
habrán habitado, así como de tantos sacerdotes que la habrán pastoreado. Yo
elevo una oración a Jesús el Señor,
encomendándome a Él, para pedirle por esta iglesia, por su parroquia, por las
gentes que la forman, y en el deseo de todo apóstol, la aspiración de atraer a
todos a la fe, es decir, la salvación; que cuanto más universal es más divina.
Vivo con alegría la autorización que
la Junta de Castilla y León me ha comunicado, tanto a mí como al arquitecto,
para poder seguir embelleciendo esta iglesia, y poder ampliar y mejorar este
presbiterio. Con el fin de eliminar barreras entre el pueblo y sus ministros.
Con el deseo de devolver a nuestros antepasados la responsabilidad que tenemos
de mantener lo que ellos construyeron para mayor Gloria de Dios. Entonces,
época del Concilio de Treno, hoy, en sintonía con el Concilio Vaticano II: la
Iglesia es comunión que responde a la llamada del Señor como Comunidad
Cristiana.
Le pido, también, a la Virgen de
Viloria, testigo de la fe, de estos lares, que nos acompañe ahora y en la hora
de nuestra muerte. Amén.
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