¡Viva Santa Marina!, solemos gritar en este día. Al
pronunciar esta interjección deseamos expresar la alegría de la fiesta, la
alegría de pasar unos días de descanso juntos, dejando a un lado las
preocupaciones, los sinsabores de la vida, y sacando del fondo -al modo de la
vertedera en la tierra- lo mejor de nosotros mismos. Todos somos capaces de dar
lo mejor que tenemos: la convivencia, la solidaridad, la tolerancia, la
templanza, el buen hacer, la amistad, la diversión, la música, el baile, la
buena palabra, la mirada de frente, el buen saludo, etc. Y sobre todo el deseo
de crear en nuestra villa un hogar donde el que venga pueda sentirse como en
casa, que se note que Cigales es lugar cordial, que sabe respetar lo diferente,
que incluso puede ponerse en lugar del otro, y donde sobra la mofa, el
ridículo, la soberbia, la murmuración y la chismorrería, la embriaguez, la
contaminación, la descalificación, la blasfemia, el egoísmo del “y tú más”.
Santa Marina, sin embargo, puede
quedar tan solo en un símbolo de la fiesta. Por eso, sería triste que de esta
fiesta -que procede desde tiempo inmemorial- tan solo nos quedáramos con fuegos
de artificio. Tenemos la responsabilidad de continuar lo que nos dejaron como
mejor herencia nuestros padres, nuestros abuelos, nuestros ancestros; esto es,
Santa Marina, es decir, modelo de creyente en Jesús el Señor. Ciertamente que no les estoy animando a aquello de:
“aquí siempre se ha hecho así”, y hay que continuarlo. En absoluto, pues el
tiempo cambia, y el Espíritu nos ha de inspirar nuevas formas, pero son solo formas,
el fundamento habrá de ser siempre el mismo, sin edulcorar. Hoy, si no,
fíjense, llevaremos a la imagen en carro, por falta de hombros.
Todos nosotros hemos oído muchas
veces la leyenda que envuelve la vida de Santa Marina. Pero hay algunos rasgos
muy importantes que me gustaría resaltar en esta homilía: Santa Marina, Virgen
y Mártir.
Marina, laica cristiana de la
primera mitad del siglo segundo, de origen gallego, para nosotros, patrona, es
decir, modelo de creyente, defensora de la fe cristiana aun a costa de su
propia vida. Recordamos como fue decapitada por mandato de su padre, por
recibir el bautismo a espaldas de este. Santa Marina es ejemplo de una Iglesia
que quiere el diálogo con el mundo y que pretende sin pudor ni reservas llevar
el Evangelio a los hombres de cada tiempo. Esta es una “Iglesia en salida”, que
no se queda enclaustrada en los templos, sino más que nunca desea ser misionera,
encarnada en el momento, de la mano de Jesús, en el intento de integrar, ese es
nuestro deseo, la fe y la justicia.
Pues bien,
hermanos, la identidad de esta “mocita” es de suma actualidad, y sino reparen
en la cantidad de cristianos que hoy en día por el simple hecho de querer vivir
en libertad su fe son asesinados, víctimas de la represión y de la intolerancia.
Ojalá no nos acostumbremos a vivir en un mundo de malas noticias y seamos
nosotros, también, víctimas de la indiferencia, del mirar hacia otro lado cada
vez que vemos al hermano solo y abandonado.
La memoria de
Santa Marina nos exhorta moralmente a cada uno de nosotros para que seamos
testigos de Cristo en nuestra vida por medio de la fe y de las buenas obras,
obras de misericordia; como, por ejemplo: dar de comer al hambriento, acoger al
peregrino, dar de beber al sediento, vestir al desnudo, orar unos por otros,
corregir con caridad, sufrir con paciencia los defectos del vecino, etc.
Sin embargo,
constantemente fallamos en este cometido. No está en juego nuestra cabeza, ni
mucho menos, pero nos cuesta reconocer lo que somos en medio de una sociedad
que cada día más pone en peligro los valores que nos consolidan como pueblo,
como cultura de profundas raíces cristianas.
Queridos
hermanos, la memoria de Santa Marina no me anima a la confrontación, ni mucho
menos a hacer repasos, pero sí al deseo que este pueblo aflore lo que
mayoritariamente tiene sembrado como semilla desde el Bautismo, y es la fe. La
fe mueve montañas, mueve los corazones. Teniendo a Jesús el Señor dentro de
nosotros la vida puede cambiar. Nuestro mundo ha de cambiar y no cambiará a
base de enumerar las cosas que están mal, sino con la unión de manos capaces de
crear un mundo mejor.
Les deseo que
pasen unos felices días de Santa Marina, donde puedan expresar el orgullo de
esta mujer que fue capaz de dar su vida. Ánimo y cuidado con los excesos que
llevan a la inconsciencia y al arrepentimiento tardío. Vivan la fiesta con
plena consciencia y con espíritu abierto y alegre. Así sea.
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