Queridos
hermanos tenemos por delante unos días de fiesta en el que por todos los lados
vamos a tener prójimos. Todos ellos son una oportunidad para lucirnos no solo
como personas, como buenas personas, sino también como cristianos, que algo
–bastante- nos distinguirá de los que no lo son. El prójimo muchas veces no es
el que precisamente mejor me cae, no se crean que el samaritano simpatiza con
el judío, al revés, pero lo importante no es mirar lo que es o cómo piensa, de
dónde procede o de qué pie cojea, sino que es mi prójimo, y ahí hay una persona
que necesita de mi amor, expresado en servicialidad, entrega, en dar el pie a
torcer, en la escucha, en la acogida y la hospitalidad, etc.,… Muchas veces los
estereotipos que hacemos de las personas son falsos y nos juegan malas pasadas,
los juicios a primera vista más; demos tiempo a conocer a las personas, a
respetarles, a valorar el gran don que todas ellas tienen, hay que saberlo
descubrir. Entonces sí seremos samaritanos, porque tenemos en la vida
referentes como Jesús y como Santa Marina, virgen y mártir. Virgen, no es fácil
pero es posible. Mártir, tampoco es fácil, pero cuando en el quien se cree te
ama tanto, no miras las consecuencias.
Pidamos
al Señor por medio de Santa Marina, nuestra intercesora hoy y siempre, que
tengamos unas fiestas que nos ayuden a estar más cerca los unos de los otros, a
descansar, a pasarlo bien y a dar gracias a Dios por todos los bienes
recibidos. Así sea.
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