Se
hacía pública el pasado 22 de julio la constitución Vultum Dei, “la búsqueda del rostro de Dios”, con la que el papa
Francisco dedicada a las monjas contemplativas unas palabras de ánimo y
esperanza. Y el pasado 2 de agosto, fiesta de Nuestra Señora de los Ángeles,
Bergoglio fue durante unas horas Francisco en Asís.
Por
aquí me gustaría que giraran mis palabras en esta tarde en la que celebramos
esta gran fiesta dedicada a Santa Clara de Asís. Clara como María, amaban la
sencillez de vida para estar cerca de Dios y no los primeros puestos, como
muchas veces no solo pasa a la madre de los Zebedeos que desea primeros puestos
para sus hijos, sino a todos nosotros; el papa muchas veces al clero nos
previene de ello. Santa Clara es muy conocida por todas ustedes, ¿qué les voy a
decir yo de nuevo? Serán ustedes las que nos tendrán que hablar a todos
nosotros, contagiar ese estilo de vida, totalmente enraizado en la pobreza. La
pobreza eje vertebrador de todo el carisma franciscano. La pobreza material,
pero también la pobreza espiritual.
Sin
embargo no me resisto a comentar que Clara de Asís fue una mujer rebelde,
diría, “rebelde con causa”. Era una mujer inquieta porque la voz del Señor era
alta y clara en sus oídos y en su corazón, a su alrededor no siempre era así, y
por ello estaba ella para aclarar, de ahí su nombre Clara, como la luz del Sol.
Era una mujer incómoda
Pero
las palabras del Papa Francisco para ustedes son toda una bendición. Se nota
que él es religioso y conoce y reconoce la vivencia de la Vida Consagrada en
este tiempo. Dedicamos un Año a la Vida Consagrada para hacer memoria
agradecida y ahora, concretamente, les corresponde a ustedes, monjas
contemplativas. Que mejor regalo en este día que saborear las palabras del papa
que les recomienda que miren, otra vez hacia atrás, pero no para añorar, sino
para reconocerse en medio de la Iglesia, su especial vinculación al corazón de
Cristo, su pertenencia a Él, es desde un corazón indiviso, es decir, pobre,
casto y obediente. Tres actitudes que hacen a la monja disponible para realizar
la voluntad de Dios, tal y como Santa Clara escribió en su regla, ella, la
primera mujer que escribió una regla. Junto a estas características que ustedes
llevan anudadas en el cíngulo de su hábito, para no olvidar, están otras
características que pertenecen a la estructura de un monasterio y que dice el
Papa conviene disfrutar con el fin de estar siempre en intimidad con Jesús que
es por el que están todas ustedes aquí. Y no lo están desde la amargura, aunque
a todos nos llegan días y días, sino que están porque ustedes han reconocido
que en la voz fuerte de Dios, les hablaba de estar en una especie de desierto,
en el que pudieran alabarle a Él y a toda la creación, junto a todas sus
criaturas, por siempre.
Miren
hacia atrás, desde que comenzó la Vida Consagrada, en el desierto de los
eremitas, y disfruten de lo que está ahí desde el principio, como es el
silencio, la guarda de los sentidos para tener el corazón centrado en Dios, la
fraternidad, la austeridad, y que hay otras cosas que van viniendo después, que
“tanto cuanto”, como ya saben ustedes decía aquel otro santo, del que yo les
hablo tanto. La estructura del monasterio ayuda, porque mundo exterior ayuda al
mundo interior. Para ustedes y para todos nosotros, que también deseamos gozar
de la intimidad con Cristo, que nos refiere al mundo y, en medio de él, a su
Iglesia.
Y
el papa Francisco en Asís, aunque habló de la pobreza, sobre todo de lo que más
habló fue del perdón. El perdón no solo porque estamos en el Año de la
Misericordia, sino porque él ve que nuestro mundo está necesitado de
misericordia nos convoca a todo un Año Jubilar, para que nos convirtamos, para
que disfrutemos del perdón de Dios, para que seamos canales de misericordia
para los demás.
Ustedes
viven encerradas físicamente en el claustro, pero viven por medio de su oración
y trabajo abiertas al mundo, lo triste es -como dice el Papa Francisco es estar
cerrados en el rencor. Por eso la llamada que nos hace a toda la humanidad,
porque las palabras del Papa siempre repercuten en el mundo entero, es a salir
de la miseria, del fango de nuestro pecado, y a nadar en la libertad de
sentirnos en la misericordia de Dios. Perdonar, como hicieron los mártires, que
para nosotros son testigos de la misericordia de Dios.
El
Papa en Asís disfrutó de la paz del lugar y habló del perdón. Recientemente en
Polonia, concretamente, en el campo de concentración de Austwich, lugar de
horror, donde fueron asesinados, Edith Stein, Santa Teresa Benedicta de la Cruz
o el P. Maximiliano Mª Kolbe, el papa guardó silencio. Un silencio elocuente
que nos habla de la crueldad de la que el hombre es capaz cuando este se separa
de Dios o le anula de su vida, o se pone en el lugar del mismo Dios. Dios es
creador, el hombre que se cree como Dios, es destructor, aniquila todo lo que
no es como él. Sin embargo, el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, ama a
todos como para todos sale el Sol.
Que
la fiesta de Santa Clara de Asís les ayude a reconocer sus raíces más
profundas, a orientar su vida hacia la constante conversión, siempre mirando
hacia la Eucaristía, aquella que le sirvió a Clara defenderse del maligno, por
tantos avatares por los que tuvo que pasar. Que Dios les pague todo el bien que
hacen, especialmente, con su oración y servicio callado. Así sea.
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