Era un día soleado, al mediodía, en la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús de Valladolid (Jesuitas), era la Solemnidad de la Santísima Trinidad, en el año jubilar del 2000, tenía 30 años, eran las manos de un obispo, Don José, estaba mi familia, faltaba mi madre, eran unos compañeros, jesuitas, era una comunidad, la Iglesia, era enviado, al mundo.
Recuerdo el día de mi ordenación con mucha alegría y cariño. Cada día doy gracias al Señor por ver cumplida mi vocación, la llamada que el Señor me hizo desde niño, por la que yo tanto recé para aclarar.
Parece que fue ayer y sin embargo ya han pasado catorce años, cuatro de ellos los viví en la Compañía de Jesús y el resto en la diócesis de Valladolid, concretamente en los pueblos de Cigales y Corcos del Valle, sin olvidar Aguilarejo. Intentando siempre estar en compañía de Jesús; de aquí siempre mana toda la fuerza que yo pueda tener para la evangelización, no soy yo, eres Tú.
Cuando echo la vista atrás y hago una barrida hasta el día de hoy, solo me sale dar gracias a Dios porque siempre Él ha estado presente en mi vida, en los días tanto de mayor claridad como en los de menos. Le doy gracias por la cantidad de personas que Él me va poniendo en el camino. Doy gracias por haber recuperado a mi familia, por estar cerca de ellos, por verles crecer. Precisamente en el seno de una familia cristiana nació surgió mi vocación.
Ser sacerdote es lo más grande que me ha podido pasar. Es la gran dicha para mí, mi felicidad. El Señor ha estado grande conmigo y por ello yo también estoy alegre. El sacramento del orden me fue conferido por medio de las manos de un obispo muy querido por mí, Don José, con el que aun en la distancia siempre me sentí y me siento muy unido. Pues siempre lo sentí cercano, de hondas palabras y de cercanía de padre. Pero reconozco que el sacramento no me pertenece, que es para los demás, para vivirlo en medio de la Iglesia y del mundo. Vivir sacerdotalmente es vivir como Jesús, totalmente entregado, incluso hasta entregar la vida si fuera preciso. Presidir la Eucaristía y celebrarla con los hermanos es impresionante. Ser sacerdote no es una tarea, es una misión; la realización que procede de una llamada, vocación. Levantar la hostia y el cáliz en cada Misa imponen respeto, pero no soy yo sino Él; porque el sacerdote, alter Christus, es mediación entre Dios y los hombres.
Pedid al Señor por mí para que sea un buen pastor, un pastor conforme al corazón de Dios. Que otros al mirarme puedan reconocer la Gracia de Dios impregnada en mis manos el día de mi ordenación, que por el testimonio de mi vida pueda atraer a otros a la mesa del Señor, a su corazón. Que cada día opte más por el Señor, que me deje configurar más por Él, en definitiva, que cada vez sea menos yo y más Él. Que los consejos evangélicos, como son la castidad, la pobreza y la obediencia (humildad) sean cada día el mejor estímulo para estar cerca de Dios y disponible para con los hombres.
Mi mas sentida felicitacion Juan Carlos. Que Dios siga guiando tus pasos
ResponderEliminarEnhorabuena P.Juan Carlos damos gracias a Dios por tu vocación y tu enorme trabajo en favor de la catequesis, en la formación de seminaristas y de pastoral en las
ResponderEliminartres parroquias, especialmente en Cigales en la catedral del vino, orgullo de todos los cigalenos, los cuales te debemos de estar agradecidos por tu labor como Párroco a nivel religioso y administrativo. Un abrazo y que Dios te siga ayudando en todo.Un cigalenos
Juan Carlos: !FELICIDADES! Gracias por tu constante entrega y por todo lo que cada día recibimos del Señor, estando tú como mediador.
ResponderEliminarQue sigas siempre en compañía de Jesús y celebrando la Eucaristía con ese respeto hacia Él.