En el texto
autógrafo, San Ignacio de Loyola encabeza el libro de los Ejercicios Espirituales con la oración del Alma de Cristo, una oración antigua medieval (ya aparece en varios
códices del siglo XIV) a la que San Ignacio tenía una muy especial devoción.
Esta
oración puede ayudar a situarse en la realidad de cada uno, para que desde ella
entablar un diálogo sincero con Dios.
Con
un corazón abierto y vulnerable, con la valentía que da él saberse en la
presencia de un Padre Misericordioso, quizás en medio de las dudas que dejan el
alma inquieta, colocarse delante de Dios, sin tratar de buscar respuestas ni hacer
promesas sino tan sólo estar en su Presencia desde la sinceridad de uno mismo.
Alma de Cristo, santifícame.
Cuerpo de Cristo, sálvame.
Sangre de Cristo, embriágame.
Agua del costado de Cristo, lávame.
Pasión de Cristo, confórtame.
Oh, buen Jesús, óyeme.
Dentro de tus llagas, escóndeme.
No permitas que me aparte de ti.
Del enemigo malo, defiéndeme.
En la hora de la muerte,
llámame y mándame ir a Ti,
para que con tus santos te alabe
por los siglos de los siglos.
Amén.
ALMA DE CRISTO, SANTFÍCAME
Los
problemas del alma, es decir, la falta de aliento, de estancamiento en la vida espiritual,
la presencia del cansancio en la propia vida, el desánimo frente a la propia mediocridad.
Entonces, Alma de Cristo, santifícame.
CUERPO DE CRISTO,
SÁLVAME
Los problemas
del cuerpo, cuando uno siente que el cuerpo es un estorbo y una dificultad;
cuando se da la contradicción entre lo que se quiere y lo que se hace, entre
los deseos y la realidad; cuando se comienza a constatar la falta de fuerza
física y las correspondientes limitaciones. Entonces, Cuerpo de Cristo, sálvame.
SANGRE DE CRISTO, EMBRIÁGAME
Los problemas
de tibieza, de demasiado cálculo en la propia vida, de egoísmo, de búsqueda de
comodidad; cuando uno está consciente de la falta de generosidad y de la falta
de mayor compromiso en su vida, de la falta de entrega y de la desolación. Entonces,
Sangre
de Cristo, embriágame.
AGUA DEL COSTADO DE CRISTO, LÁVAME
El problema
del pecado y de la falta repetida, las mismas recaídas, los malos hábitos, el engaño
sobre la propia vida; otras veces, un pasado que pesa demasiado y que aún hace sentir
sucio y falso. Entonces, Agua de Cristo, lávame.
PASIÓN DE CRISTO, CONFÓRTAME
Los problemas
de dolor, de dificultades exteriores e interiores, propios y ajenos; la dificultad
de controlar los propios sentimientos, los miedos, los aburrimientos, las tristezas;
el temor frente a las dificultades y el horror frente al dolor. Entonces, Pasión
de Cristo, confórtame.
¡OH BUEN JESÚS, ÓYEME!
Los problemas
de oración, es decir, cuando la misma oración se ha vuelto problema porque la
verdad es que no se cree del todo ni a fondo, o porque no se sabe rezar o porque
se siente que Jesús no escucha, o porque no se cree en la misericordia.
Entonces, ¡Oh buen Jesús, óyeme!
DENTRO DE TUS LLAGAS, ESCÓNDEME
Los problemas
de la superficialidad al darse cuenta que no se vive en profundidad, aún más,
que uno vive tal como es modelado por otros; que uno está demasiado condicionado,
excesivamente esclavo de las circunstancias que lo rodean; que se vive sin coherencia
y sólo hacia fuera, sin profundidad y convicción. Entonces, Dentro
de tus llagas, escóndeme.
NO PERMITAS QUE ME SEPARE DE TI
Los problemas
de la afectividad espiritual cuando se comprende pero no se siente, cuando se
predica pero no se conmueve; cuando la fe se vuelva demasiado fría, excesivamente
racional; cuando la Persona de Jesús se ha vuelto un concepto o una idea; quizás
hubo un pasado cuando uno gozaba en la presencia de la cercanía divina pero ahora
ha entrado la amargura, el cinismo para poder sobrevivir sin dolor y sin demasiadas
preguntas. Entonces, No permitas que me aparte de Ti.
DEL MALIGNO ENEMIGO, DEFIÉNDEME
Los problemas
de una situación difícil y agobiante, cuando se siente que los demás se aprovechan
de uno, cuando uno se topa constantemente con el egoísmo de otros, cuando da
miedo ser el primero y atreverse para no hacer el ridículo; cuando la atracción
por el poder, el prestigio, la riqueza se hace muy fuerte. Entonces, Del
enemigo malo, defiéndeme.
En la hora de mi muerte, llámame
y mándame ir a Ti para que con tus santos te alabe por los siglos de los
siglos.
AMÉN
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