16 de octubre de 2016

Homilía - Domingo 29º T.O. Ciclo C

            Jesús cuenta una parábola a los fariseos para hablarles de la oración. Concretamente anima a que la oración sea insistente, como la petición de la viuda que para el juez puede ser un tanto inoportuna, pero que porque es así, al final acaba haciéndole justicia.
            Pues ese juez del que nos habla el Señor en la parábola es un juez que ni teme a Dios ni le importan los hombres. Precisamente es aquel hombre o mujer que ha de ponerse en el fiel de la balanza para que con el derecho de la mano pueda hacer justicia. Ciertamente no todas las leyes son justas, pero los jueces habrán de hacer cumplir la ley y ellos habrán de ser objetivos y no partidistas a la hora de hacerlas cumplir. Pues hoy en día nos encontramos con demasiados casos en los que percibimos que al final a los que nos toca cumplir la ley es a los de siempre, y ojalá no nos cansemos de cumplirla, porque ciertamente es el marco de convivencia que tenemos establecido todos; y en estos no puede haber ni privilegios ni privilegiados. Y, sin embargo, hay otros, que no solo se saltan la ley sino que parece como que se rieran públicamente de ella. A estos generalmente el peso de la ley, como se suele decir, ni les toca.
No obstante, los cristianos no nos podemos sentir cómodos con el Evangelio de la mano con muchas de las leyes que hoy están establecidas: la ley del aborto, llamar matrimonio al enlace entre personas del mismo sexo, el llamado divorcio expres, el no reconocimiento de la religión en nuestra cultura, leyes que permiten desahucios y desigualdades, leyes que fomentan la ideología de género, y aquellas que revuelven heridas de la historia, etc. Pero habremos de ser como la viuda, insistentes, para cambiar nuestro mundo, y esto lo podremos hacer con cristianos que se comprometan políticamente, como anima el Papa Francisco, y que entiendan que el servicio a los ciudadanos no busca ni el poder, ni el prestigio, ni el dinero.
            Pero de lo que habla Jesús es de la oración, mediación para relacionarse con Dios, como un amigo se relaciona con otro, como un amigo habla con otro amigo. La eficacia de la oración no es conseguir nada, sino estar abiertos a lo que el Señor nos pueda regalar. Y muchas veces lo que nos puede regalar es disfrutar de un tiempo en la presencia de Dios, en paz, en tranquilidad, sin el ánimo de estar siempre buscando una compensación material, o de salud, o de suerte, etc. Entendiendo así la oración, es decir, desde el punto de vista utilitarista, haríamos de ella una especie de ritual mágico; en la medida que conseguimos algo volvemos a ponernos a tiro del Señor, y si no conseguimos lo que queremos pues le damos la espalda. Porque en nosotros parece que está la sabiduría que nos permite saber en todo momento que es lo que más nos conviene, cuando Dios parece que sabe mejor que nosotros que es lo que más nos conviene, puesto que muchas veces incluso lo que pedimos a Dios puede ir solo en nuestro propio beneficio, y no en beneficio de los otros. Pero aún más, y es que algunas veces nos perjudicamos con nuestras apetencias, disfrutes y vicios; estos no son bendecidos por el Señor.
Aprendamos a orar orando, es la mejor manera. Busquemos formas nuevas de hacer oración: quizá muchas veces puede consistir en estar en silencio, desgranar una oración, gustar cada palabra, meditar el Evangelio, contemplar la naturaleza, escuchar música relajante, etc. La Iglesia ofrece muchas posibilidades, métodos, maneras para relacionarse con Dios: también celebrar la Eucaristía sin prisas, sin tiempos establecidos, ni para llegar ni para marcharse, las prisas no son buenas en todo esto. Si descubriéramos el gusto por la oración, nuestra vida sería muy diferente, porque la oración invita a pasar por el filtro de la fe la misma vida, y en esto pasa lo que hacemos y también con quiénes nos relacionamos y cómo son nuestras conversaciones, acciones, etc. Nos conoceríamos más, nos querríamos más y querríamos también más a los demás, hasta tal punto que descubriríamos a Dios en los demás. Así sea.

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