
También podríamos observar desde ahí nuestro mundo que es un tanto Epulón, como el personaje del Evangelio de hoy. Vivimos desde la imagen, cuidamos mucho la imagen, disfrutamos mientras podemos, nos lo pasamos bien, cómo podemos y nos dejan. Pero mientras tanto no tenemos en cuenta algunas consideraciones que deberíamos tener. Quizá en ocasiones tengamos que tener cuidado con la sal, con el azúcar, con las grasas, que si la última ronda, el último clarete, etc. pero decimos “un día es un día” y ale para el cinto. Y en ese preciso instante no caemos en la cuenta de lo que nos puede sobrevenir. Después, cuando ya es demasiado tarde es cuando vienen las lamentaciones y es cuando surge la pregunta: ¿Dónde estaba Dios que ha permitido esto? O se afirma, Dios no existe porque no puedo creer en un Dios que consienta esto. Sin embargo, a Epulón lo que le sucede es que mientras vive, y cómo vive, vive bien, iba a decir vive como un cura, pero creo que la gente no sabe muy bien cómo vive un cura, pero bueno todos nos entendemos, pues él no se daba cuenta o prefería seguir disfrutando. ¿Saben por qué? Porque Epulón no caía en la cuenta que esta vida tiene un principio y también tiene un final, y que las cosas no van a ser igual que hasta ahora siempre. El Reino de Dios, la salvación, no se compra; pero esto no interesa, no preocupa, porque como estamos estamos muy bien y no vengas a amargarnos la fiesta. Pero lo que hacían los profetas y a lo que vino Jesucristo es a rescatarnos de nuestras opulencias.