Hoy en día, por desgracia, existen
demasiadas situaciones para estar triste: la falta de trabajo, la precariedad
en el mundo laboral, la no consecución de algunos logros después de muchos
esfuerzos, después están otros muy pero que muy tristes: el terrorismo, el
hambre, la guerra, la violencia de todo tipo, el poco cuidado de la naturaleza,
el despilfarro, la desigualdad, las injusticias, la intolerancia, etc. Y así
podríamos seguir. Son situaciones personales y globales, mundiales. Situaciones
que conviene consolar, aunque muchas veces no se sabe ni cómo ni de que manera.
Situaciones, especialmente las globales, que tienen que ver mucho con el pecado
estructural, el pecado del mundo, en el que muchas veces parece que nosotros
personalmente no tenemos culpa, pero todos somos corresponsables. Por eso, lo
contrario de la obra de misericordia: “consolar al triste”, estaría la “indiferencia”,
el mirar hacia a otro lado, de la que tantas veces nos alerta el Papa
Francisco.
¿Cómo
consolar a los que lo han perdido todo? Y no precisamente jugando al bingo o la
ruleta de la fortuna, sino por los desastres nucleares, o los fenómenos
atmosféricos, o los que invirtieron e invirtieron, y los que ven desparecer a
sus hijos, etc.
María
es modelo de consolación para los tristes, ella es Madre del Cristo del Olvido,
de todos aquellos que mueren, habiendo otros muchos que se olvidan de los que
mueren. Cristo no olvida ni a uno solo, ningún hombre, ninguna mujer es
indiferente al corazón de Cristo, esto sería contradictorio con nuestro Dios.
El Señor se compadece de nosotros, es más nosotros con nuestros padecimientos
somos compañeros de la Pasión de Cristo, y entonces podemos pensar: ¿cómo
sufrió el Señor? ¿cuántas veces se cayó al suelo y se volvió a levantar? ¿qué
tanto sufrió? ¿Recuerdan Getsemaní, y el momento de la crucifixión, y cuando
Pedro le negó? Porque hay dolores y dolores, que te niegue alguien que tenías
por amigo es muy doloroso. ¿Le oímos en algún momento quejarse, despotricar,
etc.? Entonces, así nosotros podemos obrar. Dios solo opera con obras de
misericordia y son estas obras las que nosotros podemos ejercitar. Son acciones
muy concretas que nos ayudan a salir de nosotros mismos, de nuestro propio
egoísmo.
Y lo mismo podemos
decir de la Madre, ella, consoladora de los tristes porque vivía desde el
Paráclito, el consolador, el Espíritu Santo que la inspiraba especialmente
confianza. Por eso, aunque ella sufría, su silencio era elocuente, porque vivía
de la esperanza, de la fe y la caridad. María siente como una espada le
atraviesa el alma de dolor, pero al tiempo siente que especialmente hay amor. Y
es lo que sucede en todo esto, que en el amor hay mucho de dolor; porque quien
ama ya no vive desde uno mismo, sino que mira por sí y por el otro,
especialmente en el matrimonio, se unifica la mirada, y cuando Jesús está en
medio, esa mirada coincide con la del Señor, y entonces podemos consolar al
triste, amortiguar los golpes de la vida, dar muletazos a muchas situaciones
pecaminosas que nos tientan diariamente, a cada minuto, situaciones que más
bien nos llevan en vez de a consolar al triste, a pasar de él, o a no
importarnos como está.
Queridos hermanos,
los tanatorios son lugares para consolar al triste. Efectivamente, hay muertes
y muertes, no es lo mismo la muerte de alguien que no te lo esperas a la muerte
que se veía mayor o de una persona muy mayor. Y, ¿para qué son los tanatorios?
Y, ¿en qué los convertimos? Consolar no quiere decir tener que estar rellenando
el tiempo de palabras, a mí algunas veces me ocurre, porque por mi vocación me
corresponde visitar a muchas personas tristes, y no sabe uno qué decir. ¿Es qué
hay que llenar todo con palabras? Quizá ayude mucho la cercanía, los detalles,
la presencia, especialmente la oración, el estar ahí; en comunión, que es lo
mismo que solidarizándonos con el dolor por el que se pasa en ese momento, que
no porque a uno no le esté ocurriendo en primera persona, no quiere decir que
no lo pueda comprender.
Por tanto, veo en
la actitud del servicio callado, una buena disposición de ayudar al triste. Que
alguien que está triste pueda contar con la ayuda de alguien, eso sí es de
recibo.
Pidámosle en este
día a Nuestra Señora, la Virgen de Viloria, que nos ayude a estar cerca de los
tristes para consolarles, que la situación por la que pasan hoy tantas personas
nos mueva a percibir el dolor de Dios, y como Dios sufre nosotros le queremos
socorrer con nuestra presencia, cercanía, con la correspondencia de nuestro
amor: en la oración y en la celebración de los sacramentos. Así sea.
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