Llegamos al final de esta novena en la que
he estado exponiendo las obras de misericordia espirituales. Y hoy corresponde
hablar de aquella que dice: “Enseñar al que no sabe”. Por esta razón me detengo
hoy para hablar de la importancia que tiene esta obra de misericordia. Son
muchas cosas de las que no sabemos, es imposible saber de todo, aunque a veces
lo parezca. El otro día en una emisora de radio se hablaba de niños
superdotados o niños que saben algo increíble, y se contaban casos de niños
pequeños que hacían esto o lo otro, me llamó la atención el niño que sabía
todas las estaciones de metro de Madrid y los trasbordos que tenía una persona
que hacer para ir de una estación a otra. Desde la radio para ponerle a prueba
y averiguar si lo que decía de su madre era verdad, o era un farol que se
marcaba le preguntaron para ir de una estación a otra. Y el niño fue cantando
una por una todas y cada una de las estaciones, y como digo los trasbordos que
había que hacer, hasta tal punto que un momento dado rectificó el niño
diciendo: “bueno en este momento en esa parada no se pueden bajar porque están
en obras”. Bueno pues la obra de misericordia no nos pide tanto.
Enseñar
al que no sabe es muy importante, y el que aprende tener paciencia y capaz de
escucha también es muy importante, porque el problema de dos personas que
hablan es: una cuando habla tiene que hablar, y la otra tiene que guardar
silencio y escuchar. Claro de esto no nos dan muy buenas lecciones los
profesionales de la comunicación, especialmente cuando oímos tertulias en los
medios de comunicación social.
Es
muy importante estar abiertos a aprender, porque, aunque ayer decía que es muy
bueno escuchar a los mayores porque ellos tienen la experiencia de la vida, hoy
tengo que decir que a veces cuando peinamos canas o ni eso, creemos que nos lo
sabemos todo y que ya no es necesario aprender más, y a veces se somete. Y a
veces, como dice el refrán: “la ignorancia es muy atrevida” y se cometen
meteduras de pata, que luego para echar marcha atrás cuesta. Aunque esta
debería ser otra obra de misericordia, “echar marcha atrás”, reconocer nuestras
equivocaciones, que no pasa nada, porque como decía alguno de estos días:
ninguno de nosotros somos perfectos.
Precisamente
a veces escuchamos aquello de “aquí siempre se ha hecho así”, “si esto se ha
hecho así toda la vida”, etc. El Papa Francisco habla de esto muchas veces. A
mí me ha tocado en ocasiones oír esto, no solo aquí, también en otros sitios,
suena a aquello de: “¿quién eres tú que vienes a cambiarnos las cosas?”. Bueno,
pues la juventud, tiene mucho que aportar a la sociedad, y no podemos estar
haciendo toda la vida lo mismo, porque la vida y la gente cambia y hay que
estar a la altura de las circunstancias y sin miedo. Está muy bien seguir las
tradiciones, pero también es verdad que de las tradiciones solemos coger más lo
que no gusta que lo que no nos gusta, lo que nos conviene de lo que no nos
conviene y esto también es enseñar al que no sabe.
Por
poner un ejemplo, la cofradía de hombres de Viloria antes era toda ella de
pastores, tal y como se recoge en Regla de hermanos de la misma. El lenguaje es
el pastoril, se hablaba de pagar con ovejas, con corderos, etc. Todo eso ha
cambiado, aunque hay que reconocer que “ovejas” somos todos, que seguimos a un
único pastor: Jesucristo Nuestro Señor, pastores ha instituido el Señor que son
los obispos, los sacerdotes y los diáconos. Pastores sois los padres para con
vuestros hijos y un solo rebaño somos todos nosotros, con capacidad muchas
veces de marcharnos del redil, pero también con la capacidad de volver sobre
los hombros del Buen Pastor. Luego hay otra serie de aspectos que no han
cambiado, claro está, y sobre todo aquello que tiene que ver con la esencia de
una cofradía, o el ser cofrade, que es la cercanía a María, y la cercanía a
ella, irremediablemente, nos lleva a estar en comunión con Cristo, que es por
quien María, y no solo por ser Madre, sino porque es Madre de Dios. Esto no
cambia, al contrario, nos habremos de adaptar a los nuevos tiempos, a las
personas, a las circunstancias, pero habremos de continuar lo que nos dejaron
nuestros mayores, especialmente aquel pastor que tuvo la experiencia de
encontrarse con María en este pago de Viloria. Y amar a la Virgen, es amar a su
Hijo, es acompañar al rebaño para celebrar la fiesta del Buen Pastor, cada
domingo en la Misa Familiar de nuestro pueblo. Por eso la Iglesia, dice el Papa
Francisco, no es una ONG piadosa, es un cuerpo que nos sentimos vinculados a
Cristo, cabeza. En la Iglesia se puede ser muy buenos amigos y eso es bueno,
pero no podemos desvirtuar la esencia de lo que somos, porque somos hermanos,
no colegas, en la sociedad ya hay otras formas de pasarlo bien.
Le
pido a María, en este día que nos haga sensibles al amor de hijos hacia la
Madre, su amor nos compromete para realizar los frutos que se desprenden de
este amor maternal. Así sea.
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