Las lecturas del domingo nos hablan de algo que está muy
claro en nuestra relación con Dios, que indudablemente pasa por Jesús el Señor.
El amor que tengamos por Jesús lo hemos de manifestar en seguimiento de Cristo
y ese seguimiento el Señor hoy nos dice cómo ha de ser, en otro momento del
Evangelio nos dice que ha de ser con pocas cosas, ahora nos dice el modo.
Queridos hermanos si nosotros
decimos amar a Dios pero luego lo único que ponemos es pretextos,
justificaciones para otra cosa, ¿de qué amor estamos hablando? Si nosotros
decimos amar a nuestros padres, nos han dado todo, especialmente al darnos la
vida, han abierto en nosotros un universo por el que les tenemos que dar
gracias. Pues bien, si nosotros decimos amarlos, pero no los visitamos,
especialmente cuando ya no viven cerca de nosotros, siempre se nos ocurren
cosas por hacer. Lo mismo pasa cuando nosotros deseamos amar a Dios, pero no lo
visitamos. Está claro, que Dios está en todas las partes, pero Él se ha querido
quedar entre nosotros en las especies del pan y del vino, en la Eucaristía. Si
Él nos cita cada domingo y no vamos, pero no ir por ir, si no que no sentimos
la necesidad de acudir a la iglesia, junto a otros hermanos, igual o más
débiles que nosotros, la debilidad de cada uno nosotros no la debemos calibrar,
ni tan siquiera la calibra Dios; Él nos mira con misericordia. Pero ciertamente
muchas veces nos justificamos para no ir
porque no nos sale, porque no lo sentimos, porque nos parece una pérdida de
tiempo, porque tenemos muchas cosas mejor qué hacer. Sin embargo, en Cigales,
un cristiano, un Domingo, a las 13,00h no puede tener mejor cosa que hacer que
acudir a la iglesia. Pero no se trata ir a verme a mí, que también, porque formo
parte de esta comunidad parroquial, es más la presido, por delegación del
obispo y en nombre de Jesucristo. Si no que se trata de celebrar el Domingo:
alabando al Señor con cantos y oraciones, con posturas, con actitudes,
reconociendo como comunidad que somos débiles y tenemos pecado y nos
reconocemos pecadores, escuchando la Palabra de Dios, luz que ilumina la
oscuridad de nuestra vida, ofreciendo lo que somos y tenemos, que el Señor, con
su gracia, con la oración y la imposición de las manos del sacerdote,
convertirá en su Vida, partimos y compartimos el Pan. Todo ello una acción de
gracias a Dios por lo que ha sido la semana, aunque haya sido de “agárrate que
vienen curvas”, siempre hay que dar gracias a Dios.
Por eso, “el que no pospone”.
Nosotros no tenemos que posponer lo que les pide Jesús a sus discípulos en el Evangelio,
es mucho más fácil. Entonces si es más fácil, ¿qué nos ocurre a nosotros –hermanos-,
en el fondo, para no secundar el seguimiento que el Señor nos pide a cada uno
de nosotros, desde donde está cada uno? Pues yo pienso que es la fe, porque la
fe precisamente se alimenta cada Domingo en la Eucaristía, encontrándonos los
hermanos, no los hermanastros, cuidando nuestras relaciones y no mirándonos por
encima del hombro o con el rabillo del ojo. Desgraciadamente estas actitudes,
que existen, que se notan, incluso en los que parecemos más píos porque no
perdemos una Misa, o el mismo sacerdote, que nunca se quiere manifestar libre
de pecado, conlleva a una desevangelización porque la gente también lo percibe
y con esto no comulga.
Que precioso, más que bonito, si
viviéramos en profundidad la fe, es decir si hiciéramos crecer, cada uno al
tanto por ciento que le corresponda, aquello que sembraron nuestros padres y
padrinos el día del bautismo. Por ello, nunca nos desanimemos, podemos seguir
creciendo aunque nos parezca que ya no, que imposible. No olviden que lo que
parece imposible para nosotros no lo es para Dios, pero no olviden tampoco, que
si contamos con nuestras única fuerzas, pues así no levantaremos el vuelo.
Animémonos con la fuerza del Espíritu para decir: “aquí estoy Señor, puedes
contar conmigo”. Que vivamos lo poquito o mucho que creamos con profundidad,
comprometidamente, y no caigamos en la rutina que simplemente hace cumplir pero
no lleva a sentir. María, ayúdanos a que todo esto ocurra, el Señor nos
necesita para extender su Reino, y solo será esto posible con corazones sientan
la pasión por Dios para convertirla en caridad, como Madre Teresa de Calcuta nos
enseñó. Así sea.
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