Como
saben lo largo de este año, desde la pasada fiesta de La Inmaculada en la
Iglesia estamos celebrando un Año Jubilar de la Misericordia, que concluirá en
la próxima festividad de Jesucristo, Rey del Universo.
Durante dos novenas a la Virgen de
este año les he ido exponiendo las obras de misericordia que se desprenden de
esta misericordia, a la que el Señor nos invita por el simple hecho de ser
cristianos: dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, vestir al
desnudo, visitar a los enfermos, acoger al peregrino, visitar a los presos y
redimir a los cautivos, enterrar a los muertos, rezar por los vivos y por los
difuntos, sufrir con paciencia los defectos de los demás, consolar al triste,
perdonar las injurias, corregir al que se equivoca, dar buen consejo al que lo
necesita y enseñar al que no sabe. En total catorce, siete corporales y
siete espirituales.
Todas ellas son actitudes nos llevan
a la atención del otro, y como nos dice el mismo Jesús en el Evangelio: “lo que
no hicisteis con uno de estos, los más pequeños, tampoco lo hicisteis conmigo”.
Es decir, el amor que sentimos por el Señor, lo hemos de manifestar en el
prójimo, especialmente en este prójimo. Y la vida de María, y en el día de su
cumpleaños, como se suele hacer, pues es cuando se alaga más, le reconocemos que
ha sido vivir en esta clave: ser para los demás, porque los demás son el cuerpo
de su hijo. Decía la Madre Teresa de Calcuta a los sacerdotes, esta mujer tan
entregada a los más desfavorecidos de la sociedad, que el pasado domingo fue
canonizada, ella decía: “los sacerdotes durante la Eucaristía tocáis el cuerpo
de Cristo por un instante, sin embargo, yo tengo la suerte de estar tocándolo
todo el día”. Efectivamente en el moribundo, en el pobre de solemnidad, en los
enfermos, en las clínicas abortivas, etc. allí está el cuerpo de Cristo como en
la cruz, es ahí donde especialmente está la Madre, la Virgen María, al pie de
la cruz, para acoger el cuerpo de su Hijo, y el cuerpo de su hijo está así.
Pues ni en el día del cumpleaños de la
Virgen vamos a ser ingenuos, vamos a cerrar los ojos para ver cómo está este hogar
común, de todos, que llamamos planeta Tierra: pobreza, ambición, guerra,
muerte, violencia, paro, enfermedades, calentamiento global, terrorismo,
corrupción, individualismo, etc. en definitiva, muerte.
¿Dónde está Dios en medio de todo esto
hermanos? Algunos piden la demostración de la existencia de Dios. Pues como
decía el Papa Francisco a los jóvenes concentrados en Cracovia para la pasada
Jornada Mundial de la Juventud, y tras la visita del campo de concentración de
Auswich, Dios está ahí en el sufrimiento, y María está con Él, acompañando y no
olvidando. Dios está amando, ¿se puede demostrar cómo amamos a una persona?
Podemos relatar la experiencia de ese amor, pero difícilmente explicar que ese
amor realmente existe. Así María, vive desde la experiencia que ama a su Hijo
siempre, ama a sus hijos siempre, desde el mismo momento de la concepción hasta
el momento de la muerte natural. Es madre y las madres son así.
Que alegría tan grande poder estar
celebrando esta fiesta juntos, como hermanos. Nos unimos, hoy, a multitud de
pueblos que celebran también este día, el cumpleaños de María, desde tan
diversas advocaciones que hablan de un lugar. Por eso, nunca debemos olvidar
cuáles son nuestros orígenes, los de nuestro pueblo, nuestras fiestas y
costumbres están fundamentadas en experiencias de fe, como la experiencia que
tuvo este pastor al que se le apareció la Virgen en este pago de Viloria. Pero
traigamos a colación lo que realmente quiere decir esto, que no es tanto una
aparición mágica, que nos invita más a la ciencia ficción que al creer. María
se hace la encontradiza, como Jesús a aquellos dos discípulos que tras la
Resurrección iban camino de aquella aldea, Emaús. Se encuentra con la gente
sencilla, un pastor, una persona que está trabajando a la intemperie. Y esto se
repite desde el primer momento del anuncio de los ángeles a los pastores para
comunicarles el nacimiento del Hijo de Dios, y se repite con María, y con José,
y tantos que, a lo largo de la Historia de la Salvación, Dios, el Dios de nuestros
padres, ha ido eligiendo para hacerse presente. Quizá seamos más de los que
parece, porque efectivamente el Señor, María, están en medio de tu vida y no
los reconoces, por qué, porque hay que tener la mirada de los sencillos, la de
los humildes, etc. para ver. Con las gafas del soldador no se ve nada, solo
cuando está el haz de luz que une un metal con otro, por medio de un cordón.
Así es Dios, ese haz de luz que une, a veces más que metal, piedras que somos, nos
une unos con otros. Hay que tener ojos para ver, porque si estamos esperando
rayos y truenos lo tenemos claro, Dios está en el susurro, en el detalle de
cada, en lo que aparentemente parece que no existe, pero sí, está ahí dándose.
¿De quién lo va a ver aprendido sino de su Madre? Así sea.
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