Para
dar un buen consejo es necesario tener luz. Para nosotros, cristianos, esa luz
nos la irradia la Palabra de Dios. Nadie piense que estoy hablando de un rayo
como el de una tormenta, sino que estoy hablando de la luz que aportar
Jesucristo, camino, verdad y vida, y también luz para los hombres.
Por
tanto, estar en la luz, nos aporta capacidad para aconsejar y para
autoconsejar, porque podemos ser muy buenos consejeros y muy malos
autoconsejeros.
Hoy
en día se lleva bastante lo de tener un consejero. En la sociedad civil hay
muchos tipos de consejos y de consejeros. A todo el mundo le gusta que ese
consejo cumpla la misión para el que se formó, y escandaliza bastante,
especialmente en los últimos tiempos, cuando descubrimos consejeros que más
bien se benefician del cargo más que de la ayuda que puedan prestar. Son
demasiados los políticos, que una vez han terminado sus días en la política
entran a formar parte de estos entes, a veces acusados de realizar “puertas
giratorias”, pues no han salido de una y ya están en otra. Quizá habría que
aconsejar a todos aquellos que nos dedicamos al servicio de los demás que
estamos donde estamos para servir, y no para aprovecharnos de los cargos.
Pero
como digo hay muchos tipos de consejos, nuestra parroquia tiene uno, que el
párroco escucha de cuando en cuando para llevar un rumbo la parroquia. La
diócesis también tiene un órgano de este tipo, Consejo Pastoral Diocesano. Pero
fíjense, en la Iglesia no funcionamos al modo que se suele actuar en la tan
traída democracia, pues aunque es verdad que existe deliberación y escucha de
las distintas posiciones que puede haber en un mismo grupo, el discernimiento,
la elección final procede de haber recibido la luz del Espíritu Santo que es la
que nos hace movernos hacia un lugar u otro. Porque no lo olvidemos la nave de
la Iglesia la dirige Jesucristo, nosotros somos esos remeros, que con nuestro
pequeño o gran trabajo dirigimos la Iglesia hacia donde el Señor desea. Pero
claro esta barca, ha de tener un consenso, pues si aunque cada uno piense de
una forma, luego actuamos que cada uno rema en un sentido pues será un caos.
Desgraciadamente es lo que pasa un poco, y por ello rezamos: por la unidad de
las Iglesias, para que seamos una.
En
la sociedad ha habido personas que han desempeñado con creces esta labor de
aconsejar, la gente busca muchas veces a alguien como consejero, los reyes
tenían sus consejeros y los tendrán, el consejo de estado, los sacerdotes somos
directores espirituales, se agradece un buen consejo de un amigo, de un médico,
de la enfermera, etc. Incluso en la etnia gitana siempre ha habido un patriarca
al que los demás buscan para pedir consejo. Las personas mayores deberían ser
buenos consejeros por todo lo que han vivido y conocen, nosotros a veces no les
pedimos consejos porque pensamos que sus consejos son trasnochados, y por eso
seguimos siendo esos animales que caen más de dos veces en la misma piedra.
La
gente tiene necesidad de abrirse, eso está claro; pero para recibir un consejo
el que lo da ha de tener cierta autoridad, y no estoy hablando de autoridad por
ser más importante y tener más títulos, sin que la autoridad se la otorga la
calidad de vida que lleva. Los padres, como padres y no amigos, deben dar
buenos consejos a sus hijos. Una madre hoy en las redes sociales ponían la foto
de su hija bajo los efectos del alcohol, le dijo que iba a dormir donde una
amiga, quizá algunas veces podamos creer que tenemos como hijos a Santa María
Goretti, hasta que nos dan la sorpresa; hay que estar preparados.
María,
tras La Anunciación, recibiría muchos consejos, de sus padres, Joaquín y Ana,
de su futuro esposo, José, de su prima Isabel, de sus parientes. Pero el
principal consejo, mensaje, lo recibió ella de Dios, a través del Espíritu
Santo que la iluminó. Ella en aquel momento, aunque no comprendiera nada de lo
que estaba ocurriendo, se fiaba de la voz en su interior. Quizá también recibió
otro tipo de consejos, normales en cierto sentido, porque se arriesgaba a ser
lapidada por el simple hecho de ser en aquel momento “madre soltera”.
Ojalá
todos nosotros podamos ser buenos consejeros los unos de los otros. Así sea.
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