El profeta Isaías
nos está invitando a la alegría. Esta actitud de la alegría, el papa Francisco
la ha acogido y abrazado como actitud imprescindible del evangelizador. ¿Por
qué la alegría? Pues parece que es un fruto de estar en Dios, porque él Señor
solo se transmite desde la alegría y produce alegría en quien se encuentra con
El, y sino fijémonos en María, fijémonos también en el mismo Jesús el Señor que se dirige La Paz, la
alegría, a todo quien se encuentra con Él. Y el ángel, les dice también a los
pastores: alegraos, os traigo una gran noticia, hoy en la calidad de David os
ha nacido un salvador. La alegría del encuentro entre las primas: María e
Isabel. El Evangelio produce alegría en quien lo recibe y ha de ser transmite,
por tanto, con un talante alegre, fruto de un corazón convencido del amor de
Dios.
¿Por
qué nos falta la alegría? ¿Por qué aparentemente nuestra vida está llena de
personas, de historias y amistades trabadas, sin embargo, no se percibe la
alegría, nuestras relaciones a veces son secas, frías, distantes, poco
afectivas, sin compromiso, aparentemente relaciones individualistas que desean
ser justificadas como por el respeto a la intimidad del otro?
La
alegría se nota en la persona. Lo contrario también se nota. Si vivimos
alegres, suscitaremos un clima de alegría a nuestro al rededor, y al revés, si
vivimos amargados, irradiamos –aunque no lo queramos- amargura a nuestro
alrededor.
San
Ignacio de Loyola llama a la alegría que procede de Dios, porque no somos
ingenuos y podemos reconocer muchos tipos de alegrías, una persona maléfica
puede alegrarse de las desgracias de los demás; la llama consolación espiritual.
Y este santo fundador anima a los que tienen consolación se muestren como si no
la tuvieran, es decir, anima a lo que nos anima San Pablo a los gálatas, solo
nos alegramos en la cruz de nuestro Señor. San Pablo ya está invitando a lo que
invita el Señor a los que son enviados a la misión evangelizadora de la
Iglesia.
Somos
enviados por el Señor sin más medios que la inspiración del Espíritu Santo.
¿Qué más podemos necesitar? Cada día más justificamos nuestra misión con el
afán por tener más aparatos: que si el ordenador, el wifi, la tablet, en el móvil lo tenemos todo y al momento, las
redes sociales, ... A veces podemos poner más nuestro corazón en los medios,
que justifican nuestro tener, que los idolatrizamos, que nos descentra de lo
que sí es verdaderamente importante, y que los medios o el consumismo nos
pueden hacer anti evangélicos, porque mucha gente tiene que luchar contra las
vicisitudes de cada día y los evangelizadores, por vivir casi sin gastos,
gastamos en estas cosas superficiales, y entramos en choque no solo con la
gente que no se lo puede permitir y, por otro lado, esta en contra de lo que
nos acaba de recomendar el Señor. El seguimiento es en pobreza, no llenos de cosas,
y si nos llenamos de cosas, nos estamos confundiendo consciente o
inconscientemente de Dios. Jesus ha elegido la pobreza, y Él es toda nuestra
riqueza, esto es así, y esta puede ser nuestra mayor alegría, porque al
contrario de lo que sucede en otros ámbitos de la vida, para estar cerca de
Dios, no necesitamos nada, bueno el deseo de estar con Él.
Felices
los pobres de espíritu porque de ellos es el Reino de los cielos. Convirtámonos
también en esto y no confundamos a nuestro Dios.
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