No es fácil visitar a los presos, ¿por qué
digo esto? Pues porque las dos veces que yo he participado como voluntario
cristiano tuve que esperar bastante tiempo. En los centros penitenciarios hay
mucho control.
La Iglesia ha ejercido maternalmente su
cuidado por sus hijos, desde el lugar dónde se encuentren.
A penas tenía 20 años cuando fui a la
prisión de Burgos. Estuve en un campo de trabajo los terciarios capuchinos en
aquella ciudad. Éramos jóvenes de muchos lugares de España. Por la mañana
teníamos dos horas seguidas de contemplación ante Jesús Sacramentado, después
teníamos formación explícita para tratar con esta gente, no se puede ser un
imprudente y llegar y preguntar: “¿y tú, por qué estás aquí?”, después teníamos
algún tiempo de recogida de frutos en la finca que estos frailes tenían, creo
recordar que era recolectar alubias verdes.
Por la tarde íbamos a la prisión en
furgonetas. Lo primero un momento de oración, también ante Jesús Eucaristía, en
la capilla que daba al mismo patio. Recuerdo que me escandalizaba que mientras
nosotros rezábamos en silencio, entraban algunos e incluso fumaban. Pero lo más
bonito, es que ellos se acercaban, les gustaba hablar, con uno estuve
escribiéndome durante mucho tiempo.
Reconozco que visitar a los presos puede
ayudar a valorar lo que es la libertad, pero esto me hace pensar que el pecado
también me esclaviza y tenemos que hacer lo posible de liberarnos de mucho
fango, barro, que hay en nuestra vida.
En Logroño, también fui voluntario
cristiano, allí tuve que esperar un año hasta que me dieron permiso para
entrar. Hacíamos trabajos manuales con las presas y con los más jóvenes.
Cada semana nos estaban esperando que
llegáramos, les gustaba hacer trabajillos, sentirse útiles, pero también que fuéramos
para hablar, conocíamos sus historias, pues, aunque no se les pregunta por qué están
allí, ellos en la medida en la que se van abriendo, te lo van narrando.
Cerquita de nosotros, tenemos a D.
Valentín, cura de Mucientes, que es el capellán de la cárcel de Villanubla.
Siempre le he valorado por su dedicación y entrega a esta gente a la que Dios
nos pide que acojamos como especial obra de misericordia. Un hombre sencillo,
pero que hace tanto por ellos, les abre su casa y les ayuda a reinsertar en la
ciudad, porque ellos están llamados a reinsertarse, no a estar crucificados
para siempre, porque hayan cometido en un error en su vida.
Que María, Nuestra Señora la Virgen del
Carmen, nos ate a ella y a Jesús con su escapulario y nos libere de las cadenas
de la muerte, como son el pecado. Así sea.
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