5 de agosto de 2013

Fray Antonio Alcalde, OP.

            A lo largo de las últimas semanas hemos ido celebrando en nuestra villa y parroquia nuestros santos patronos: Marina y Santiago. Son ellos los que tomamos como modelos para el seguimiento de Jesús. El tiempo pasa y, en un mes, también, honraremos y veneraremos a nuestra patrona la Virgen de Viloria. La Madre buena que sabe indicar el camino para llevarnos a Jesús. Y el próximo 7 de agosto, una vez más nuestra villa y parroquia se reunirá en fiesta y alborozo para celebrar solemnemente al Siervo de Dios Antonio Alcalde, obispo de Guadalajara y Yucatán.
            Todos nosotros, quien más, quien menos; conocemos su vida, sus obras y, sobre todo, alguna leyenda que otra que sobre esta iglesia se cuenta. Quisiera, más bien, fijarme en un aspecto –que me parece muy importante- de su vida y que nos puede iluminar la nuestra, nuestra vida como cristianos; entonces puedo sugerir que este paisano nuestro -a diferencia con lo que la Sagrada Escritura cuenta- sí es un buen profeta en su tierra.
            Ese aspecto que me parece tan importante, lo podemos descubrir en la Palabra de Dios.
            Isaías (58, 6-11) nos habla del verdadero ayuno que Dios quiere, en clave de libertad. Nos habla por un lado de quien se deja llevar por el Señor y, por otro, que ese dejarse llevar por Él genera libertad en uno mismo y anima a expandirla alrededor.
            Pablo (Rom 8, 28-30) también nos habla de aquellos, que como el barro en manos del alfarero, se dejan modelar por el Señor. Ésos, aman a Dios y a los de Dios. Esos continuamente viven en clave de Dios. Ésos no miran para atrás, ésos tienen un horizonte tan amplio que es su único mirar, es el mirar de Dios, que quiere mirar a través del hombre; y para ello cuenta con tus ojos y los míos.
            Y, por último, Mateo, como un nuevo Moisés, Jesús expone desde lo alto de un monte la nueva ley de su Reino. Es el “Sermón de la montaña”, que comienza con las Bienaventuranzas. Todas ellas se resumen en la primera: la de los pobres de espíritu, aquellos que lo dejan todo para seguir e imitar a Cristo. Encontramos la visión de Dios sobre el hombre y sobre el mundo. Y esta mirada de Dios, en muchos casos, no coincide con la nuestra. En este Evangelio, Jesús parece poner todo patas arriba: llama a los que lloran y a los que son perseguidos e insultados: felices.
            Fray Antonio Alcalde vivió en esta clave toda su vida: ayudó a liberar al ser humano de sus propias esclavitudes, todo lo que hizo fue en bien de los demás, especialmente los más pobres, todas sus empresas las consideró obra de Dios; y en clave de bienaventuranzas tuvo una opción –claramente- preferencial por los más pobres de la sociedad en la que le tocó vivir.          
              Nuestro paisano siguió la tradición eclesial rica en obras e iniciativas en favor de los pobres. ¿Será, por ello, que durante siglos, el obispo fue llamado "el padre de los pobres", y debía consagrar al servicio de los pobres la cuarta parte de todas las rentas de que disponían las iglesias locales? No creo que fuera por ello, sino por su vivir en y para Dios y los de Dios.
La pobreza que Dios llamó bienaventurada está hecha de pureza, de confianza en Dios, de sobriedad y de disponibilidad para compartir con los otros, de sentido de la justicia, de hambre del Reino de los cielos, de disponibilidad para escuchar la Palabra de Dios y guardarla en el corazón. La pobreza que oprime a una multitud de nuestros hermanos en el mundo y que frena su desarrollo integral como personas, es diferente. De cara a esta pobreza que es carencia y privación, el obispo dominico elevó la voz, con sus obras, invocando y suscitando la solidaridad de todos para vencerla. Quizá lo aprendió de sus propios padres. En casa y en familia es donde aprendemos las buenas costumbres. Joseph e Isabel, sus cuatros hijos, formaban una familia en la que parece no vivían muy surtidos de despensa. La historia muchas veces nos demuestra que es en estómagos no muy llenos donde surgen las mejores ideas.
Fray Antonio fue pobre entre los pobres, liberándose de las riquezas, las ponía a disposición de los más pobres.
Hoy con agradecimiento recordamos su memoria y la huella que él dejó en nuestro pueblo. Nos sentimos orgullos de que en Cigales saliera no sólo tan ilustre hombre sino tan buen cristiano.
Y en él no me quiero olvidar de la Asociación de Mayores “Fray Antonio Alcalde” de Cigales. En primer lugar agradezco toda la labor que hacen en este pueblo, es difícil poder enumerar toda ella, pero: las aulas de formación, la recogida de datos y posterior libro de la historia de esta villa, esa revista que lleva vuestro nombre, esta coral que con sus voces casi hacen vibrar los vidrios de esta casi catedral y que se mueven por villas y pueblos de la geografía española, donde con sus repertorios musicales, literarios, poéticos, humorísticos, nos enseñan tanto de la vida y de sus sentimientos. Y si hay algo que tenéis, por estar en el estadio ese, bien merecido, de la jubilación; es tiempo, tiempo que no es baldío, porque por vosotros no pasa en balde: esas excursiones, esos viajes,… que os hacen estar más unidos. Y en ellas, surgen los proyectos y los retos, las ilusiones –que tanto, a veces, nos faltan a los jóvenes-. Os animo amigos a seguir en esta línea, es un signo de Dios y de su Espíritu: el ánimo y el aliento, la consolación y la paz.
¡Que pasemos todos un buen día de Fray Antonio Alcalde!

P. Juan Carlos Plaza Pérez
      Párroco de Cigales

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