8 de septiembre de 2013

Virgen de Viloria

              Hoy en la iglesia universal celebramos la Natividad de nuestra Señora, que aquí es conocida como Viloria. La religiosidad popular nos lleva a celebrar este día ampliamente, como si esta fiesta tuviera su octava, y no tiene octava sino que tiene novena. Durante estos días previos a la fiesta de su cumpleaños hemos cumplido con la tradición en este pueblo de vivir con fervor la devoción a la Virgen María. Han sido días de recogimiento, han sido días de disponerse, de petición, de acción de gracias, de encuentro, de silencio, de cercanía, de escucha, etc.,… Han querido ser unos días para acercarnos al Señor por medio de nuestra Madre.
            Y que tristeza sienten las madres de la tierra cuando los hijos se distancian, no solo se distancian entre ellos y la madre sino que muchas veces los hermanos se distancian entre sí. Muchas veces lo sufren calladamente. Pues cuanto más la Madre común de todos cuando sus hijos se distancian, aunque hoy parezcan más próximos, que ni tan siquiera le visitan, que ni tan siquiera le hablan. Que tristeza siente esta Madre cuando los hijos se distancian incluso entre ellos mismos, que ni tan siquiera se hablan.
            Queridos hermanos y hermanos, estamos celebrando la advocación de la Virgen que más raigambre tiene en nuestro pueblo, no es de ahora, viene de mucho tiempo atrás, en nosotros hay un legado, que no consiste en seguir simplemente unas tradiciones, sino en profundizarlas para crecer, como dice la oración que tantas veces rezamos a la Virgen de Viloria, en el amor al Señor.
            Y esa oración hemos de pararnos más para sacarla toda la sustancia que ella contiene: María es patrona y abogada, es decir que nos protege, pero no solo por llevar el escapulario en el retrovisor del coche, sino porque a ella nos confiamos. Pero en el fondo no es María la que quiere ser adorada, sino venerada, ella nos anima a adorar a su Hijo Jesús, a ponernos en su presencia, que da paz, la oración pacifica, por ello ante situaciones bélicas, violentas, de guerra, hagamos oración. Así hacía la Iglesia en el día de ayer, pidiendo al Señor por la paz en Siria y en todo Oriente Medio.
            Como esa misma oración dice, el hecho de ponernos a los pies del Señor, nos hace agachar la mirada, llenarnos de humildad y reconocer nuestra pobre condición pecadora, que le queda mucho para ser como Él, el todo Santo.
            A María le encomendamos todo: alma, cuerpo, casa, familia, amigos, hasta los enemigos, parientes y aquellos que nos ayudan, los bienes temporales y también la honra. Nada que nos atraviesa de arriba abajo queda sin ser presentado a la buena Madre.
            Y a ella se le presenta la Iglesia Católica, porque en ella estamos, como Madre también amamos. Y se le encomienda nuestra nación y dentro de ella nuestra tierra particular porque es a esta villa donde se dirigen especialmente sus favores.
            Finalmente a la Virgen se le pide que aumente nuestra fe, florezca la paz y reine la caridad especialmente en sus devotos. Es decir en todos nosotros que estamos aquí. No nos quedemos tranquilos como estamos sino que siempre tengamos el deseo del más, del estar más cerca, del ser más cercanos, de ser más humildes, de tener más fe, de ayudar más, de practicar más nuestra religión, de dar más de nuestro tiempo, ser más solidarios, etc.,…
Como ven ser devotos de la Virgen es exigente. María nos pide que pasemos de la mediocridad y de la tibieza al compromiso serio por hacer crecer el Reino de Dios y su justicia. Y esto que parece una frase ya muy oída, quiere decir, que ojalá cada día más la fe nos cale más adentro de nosotros mismos para que nos haga ponernos delante del Señor, y reconociendo nuestra pobreza, nuestras limitaciones y debilidades, pecados, podamos abrir las manos hacia arriba para desear recibir todo lo bueno que desciende de allí. Entonces, sí estaremos recargados para la acción, para la transmisión alegre y feliz de la fe a nuestros contemporáneos, especialmente en nuestra familia, en nuestro pueblo, comunidad cristiana, trabajo, cofradía,… en cada rincón por donde nosotros nos movamos.

Que la Virgen María nos ayude a sentir su cercanía, para que sintiéndola, podamos ser nosotros aún más cercano a ella. Así sea. 

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