Hoy es día 2 de febrero, fiesta de la Presentación del Señor en el templo. En la iglesia se recuerda en este día a todos los consagrados al Señor. En nuestra Parroquia, queremos recordar, de manera especial, a las hermanas Clarisas del Monasterio del Sagrado Corazón de Cigales.
He aquí el testimonio vocacional de una de ellas. GRACIAS, hermana, por compartirlo con todos nosotros. Rezamos especialmente por ellas en este día.
Algo nuevo estaba ocurriendo en mi interior. Sentía que la voz que oía en mi corazón no era humana, ni una ocurrencia mía. Era Cristo que me llamaba para Él. Su voz no se apagaba, cada vez se dejaba oír con más insistencia: -¡Ven, sígueme, eres mía!
Luché todo un año para silenciarla, pero imposible, me perseguía de continuo. Hasta que un día me encontré con Jesucristo Hombre.
Su llamada fue una declaración de amor. Me sentí enamorada. Todo cambió. Mi vida recobraba un nuevo sentido, era feliz pero de otro modo, me sentía libre como nunca. No tenía que renunciar a mi amor de mujer, Cristo me amaba con un corazón de Hombre. Descubrí mi misión en la Iglesia, ser contemplativa.
Encontré mi lugar, las Hermanas Pobres de Santa Clara, ¡las Clarisas!, tierra donde podría florecer y vivir en verdad lo que anhelaba mi corazón.
Jesucristo, verdadero Dios y verdadero Hombre me hace feliz y plenifica mi vida; Él me hace mujer, esposa y madre. Aquí, cada instante es un despertar ilusionado, porque El está, y me enseña la forma más profunda de darme a los demás. Él me hizo comprender el misterio de la fecundidad de la vida contemplativa: llevar la nueva evangelización dando a luz a Cristo en los corazones, con la donación de la propia vida.
De mi corazón orante brota cada día una llamada al joven de hoy: si Dios te llama a seguirle no acalles su voz, sé generoso, responde como María ofreciendo a Dios el sí gozoso de tu persona y de tu vida.
Sor Josefa María, Clarisa en el Monasterio del Sagrado Corazón de Cigales, Valladolid.
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