La Cuaresma es tiempo de renovación interior y de conversión. Todos estamos necesitados de mejorar actitudes, comportamientos, reacciones... Jesús, a quien contemplábamos transfigurado el pasado domingo, nos enseña a transformar el corazón, y sobre todo, nos ayuda a que las cumbres de nuestra vida, podamos subirlas con mayor facilidad. Él es sencillo, humilde, pasa desapercibido, se entrega, ora al Padre en todo momento, y se pone en sus manos para hacer en todo la voluntad del que le ha enviado. Pidámosle que nos transforme, que nos atrevamos a dejarnos transfigurar por Él, en el monte alto, junto con Santiago, Pedro y Juan.
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