18 de julio de 2015

Homilía del P. Juan Carlos el día de Santa Marina, patrona de Cigales

Que alegría sentimos todos por la fiesta. Las fiestas no es algo que se improvise, se preparan con mucho tiempo. Es más en cuanto se terminen estas, seguro que empezará la cuenta atrás para las siguientes. Las fiestas son para lo que son, especialmente las de los pueblos: para divertirse, para reírse, para descansar, para desconectar, para acoger, etc. Mucha gente frecuentará nuestro pueblo estos días, también nuestras casas, nos reuniremos por peñas, por amigos, por familia, etc. dando lo mejor de cada uno, para que estemos –como se suele decir- “en paz y gracia de Dios”. La fiesta no es mala, por eso nosotros siempre celebramos la fiesta más importante que es la Eucaristía y nos reunimos cada domingo para vivirlo y recordar que Jesucristo está en medio de nosotros.
            Las fiestas suelen tener un motivo, aunque hay veces –desgraciadamente- que el objeto de la fiesta pierde su sentido porque hay otros aspectos que lo van difuminando. Qué triste sería ir a un cumpleaños y “pasar” del homenajeado; y que lo importante fuera: fiesta, fiesta.
            Las fiestas de Cigales tienen un sujeto claro, son las fiestas de Santa Marina. Y esto quiere decir que nuestros antepasados eligieron a esta mujer, virgen y mártir, para ser modelo de cigaleño. Es verdad, hasta hace nada la sociedad toda ella era cristiana y nada de lo que estoy diciendo se ponía en cuestión. Con el tiempo, estamos pasando a una sociedad más plural en el que la fe es una opción. Eso está bien porque eso nos mueve a no ser masa, sino a ser personas que eligen unas cosas y dejan otras. Esto nos llevará a ser cristianos más auténticos, a comprometernos más por la fe y a figurar menos, a vivir más en clave comunitaria y no como peña “que va a su bola”.
            Por eso, Santa Marina sigue siendo un referente para todo cigaleño hoy, creyente o no creyente. Efectivamente, Santa Marina nos muestra como ella fue capaz de poner a riesgo su vida, incluso la dio, por el gran amor que tenía por Jesús. Hoy esto sigue siendo posible, hay mucha gente que lucha por lo que quiere: estudiar para tener un trabajo, formar una familia, prosperar, etc. y desgraciadamente también nos encontramos con personas que no alcanzan sus metas. Lo interesante es poder tener modelos para luchar en la vida y no ser del montón; yendo muchas veces contra corriente, combatiendo la inercia a la que nos impulsa una sociedad del “aquí y ahora”, del “comamos y bebamos que mañana moriremos”.
            Santa Marina tiene una vida muy de leyenda pero como toda leyenda nos deja una gran lección, especialmente para vosotros jóvenes que me oís. Ella era muy joven cuando fue arrebatada de este mundo. Ella luchó por una causa. Su lucha no fue desde la violencia que –como sabemos siempre engendra más violencia, su lucha fue desde la consciencia de lo que hacía por la consciencia de lo que sentía: su gran amor por Jesús. Un amor nada pastelero, ni de película romántica, un amor que sabe de sufrimiento, el sufrimiento de ir en contra de su propio padre, que le apartaba de su fe en Dios.
            Esta santa del siglo II, no es una antigua, con valores antiguos: ser virgen es ser siempre nueva, como cada día puede ser nuevo para cada uno de nosotros, nuevo en la manera de ver a los demás, sin prejuicios, sin miradas cansadas de tanto ver lo de siempre, es no caer en la tentación de decir “aquí siempre se ha hecho así”, virgen es ser transparente, puro, cuando uno se preserva es porque lucha también contra los propios instintos, pero sobre todo porque se reserva para un Bien mayor. Y es mártir, como tantos como hoy –lamentablemente- sigue habiendo. Sí, hoy, siglo XXI los cristianos siguen siendo perseguidos y son muchos los que son asesinados en la vía pública. Esto que es lamentable y parece inventado, es una gran verdad con mayúsculas. Los mártires son semilla de una Iglesia nueva.

            Queridos hermanos, disfrutemos de esta fiesta de Santa Marina, la alegría es buen síntoma no solo en estos días, sino siempre. Seamos abiertos, acogedores, hospitalarios,… que la gente que viene de fuera se lleve una buena impresión de nosotros, lo de menos son los medios, porque podemos tener de todo y vivir dormidos e indiferentes a lo que ocurre a nuestro lado.

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