13 de febrero de 2016

UNA CUARESMA MISERICORDIOSA




El pasado miércoles, comenzamos con la imposición de la ceniza, el tiempo cuaresmal. Tenemos por delante cuarenta días en el que tendremos la oportunidad de verificar nuestra vida al lado de la Palabra de Dios. Ya hemos comenzado el itinerario cuaresmal, que este Año Jubilar, viene también motivado por la misericordia. Fano, nuestro dibujante religioso, nos invita a subir a la cumbre pascual, como nos canto Antonio Alcalde en su preciosa canción.

Precisamente así reza el título del mensaje del Santo Padre para esta cuaresma: “Misericordia quiero y no sacrificio” (Mt 9, 13). Un texto muy breve, tomado del evangelio de Mateo, en el que Jesús el Señor nos podría expresar más alto pero no más claro su deseo relacional para con el hombre; el trato de Dios con nosotros pasa por ser misericordiosos. “Jesucristo es el rostro de la misericordia del Padre” (MV 1), lo es desde siempre y para siempre con nosotros, ahora nos corresponde a nosotros gustar esa misma misericordia, canalizarla, para llenar el vacío de esta que se percibe no solo en la sociedad, sino también muchas veces en nosotros mismos. Estamos llamados a experimentar en primera persona la cercanía y el perdón de Dios, y de este modo convertirnos en testigos de la misericordia de Dios.

En el mensaje del Papa Francisco podemos descubrir preciosas pistas para llevar con nosotros en este recorrido jubilar cuaresmal: María, icono de una iglesia que evangeliza porque es evangelizada; la alianza de Dios con los hombres: una historia de misericordia; y, por último, las obras de misericordia. 

Como dice Francisco: “No perdamos este tiempo de Cuaresma favorable para la conversión”. ¡Ánimo, Dios está con nosotros!


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