18 de septiembre de 2017

Despedida del P. Juan Carlos en Cigales

Me gustaría terminar con un testimonio de agradecimiento hacia todos ustedes con los que he caminado estos casi trece años.
            Hoy hace justo dos meses y un día, en la fiesta de la Virgen del Carmen, este año domingo, que les comuniqué mi traslado a la parroquia de Íscar. Como saben ustedes los sacerdotes no estamos en las parroquias por tiempo indefinido, nuestros nombramientos no son vitalicios. Mi disposición desde siempre al obispo de la diócesis ha hecho que ahora me necesite para otro lugar. Nuestros movimientos no tienen que ver con puestos de mayor o menor categoría; los destinos se dialogan y disciernen, y lo que prevalece es que el sujeto sea idóneo para la misión que se le confía. Les confieso que me embarga un doble sentimiento: por un lado, tristeza, porque me da pena dejar esta parroquia en la que he puesto todo el empeño.
Sinceramente, tal y como veo a la parroquia en este momento, creo que es necesario que entre en ella un aire nuevo y fresco, como el que procede del Espíritu Santo, para que oxigene todos y cada uno de los rincones de la misma. La parroquia tiene que ser, como dice el Papa, una “Iglesia en salida”, atenta a las necesidades del mundo, especialmente de los más desfavorecidos. La parroquia no puede seguir de puertas a dentro, sentados alrededor de la mesa camilla y al calor del brasero, no puede ser una parroquia que se mira al ombligo, que está al acecho de lo que hace el hermano, en ella no ha de existir ni la crítica ni la murmuración. La Iglesia necesita que los laicos os responsabilicéis de la misión evangelizadora de la Iglesia y que reconozcáis vuestra vocación en medio de ella. La parroquia necesita a todos y no prescinde de ninguno; pero necesita “renovarse o morir”, por ello les hago una llamada a que no vivan su ser cristiano solo y exclusivamente como venir a Misa, militen en la Iglesia, comprométanse, el mundo nos necesita. No caigamos en torpeza de nuestra sociedad que mantiene en puestos a personas “for ever and ever”. Un cristiano tiene el pie alzado, donde se necesite; lo contrario aburguesa.
¿Se acuerdan ustedes de aquella canción de Julio Iglesias que supuestamente le cantaba a su exmujer “Lo mejor de mi vida te lo has llevado tú”? Aunque soy joven y tengo fuerza, sino no me enviarían donde voy, sí tengo esa sensación. ¿Se imaginan ustedes cogiendo agua de un río con las manos para llevarlo a una planta? Parte del agua se va perdiendo entre los dedos hasta que se llega al destino. Así me pasa a mí. Tendría que tener el corazón muy duro para no sentir desarraigo. Pero, por otro lado, tengo ilusión por comenzar algo nuevo.
            Quiero decirles que no me voy, que no me gustan las despedidas, que en todos los sitios que he estado, he vuelto. Comprendo que aquí habrá otro sacerdote y conozco el modo de proceder en estos casos, pero volveré, no me voy tan lejos. Ojalá algún día pueda ver esta iglesia restaurada, ella ha sido uno de mis luchas hasta todavía hoy: iglesia grande, quebraderos de cabeza grande. Realmente, quien “no llora no mama”, y las cosas se consiguen a base de insistencia, constancia, como finalmente, fue recuperar la llave de nuestra capilla de San Juan Bautista.  
            Aun no conozco cómo será mi nueva realidad, pero les aseguro que en la medida de mis posibilidades intentaré mantener alguna conexión con esta parroquia, sea la que sea, ya se buscará.
            Sepan que aquí llegué con una mano delante y otra detrás y que gracias porque desde el primer momento me ayudaron, como se suele decir, a poner la casa, la Casa Parroquial. Desde una manta, un cepillo y un badil, muebles, etc. Siempre me he sentido muy querido por este pueblo, como un hijo y me he sentido muy feliz, siendo uno más. No me parece que deba haber lugar para hacer un registro de situaciones, de actividades, de obras, de quehaceres; todo lo que he hecho ha querido ser A mayor Gloria de Dios y bien de sus hijos. Agradezco a todas las personas que me han ayudado de manera ejemplar, no quiero mencionar a nadie en particular, porque serían muchos. Recuerdo con cariño a tantos niños como bauticé (463) y jóvenes (unos 250 se confirmaron), los mayores (241 fallecieron), los nuevos matrimonios (125), los papás que acompañaron a sus hijos en el proceso de Iniciación cristiana (400 niños recibieron a Jesús por vez primera). Agradezco las buenas relaciones que no solo yo, sino la parroquia en cuanto entidad, ha mantenido con las distintas corporaciones municipales, las personas que de forma anónima hacen muchas cosas por esta iglesia. Agradezco la buena acogida que todos ustedes siempre me han brindado, el cariño que me han otorgado.
Es precioso ser sacerdote y poder caminar junto a la comunidad. La parroquia es como una familia, la formamos personas muy diferentes, gracias a Dios, y en ella se viven la mayoría de las veces momentos de mucha alegría, humor y felicidad. Pero no se ocultan cuadros de sufrimiento, de disgusto, por los que todos nosotros en algún momento habremos pasado. Pido perdón por todo lo que haya podido tener de torpeza.
Dios les pague a todos todo el bien que me han hecho.

Le pido a la Virgen, Nuestra Señora de Viloria, que siempre me recuerde y que ustedes recen por mí, como yo lo haré por ustedes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario