21 de junio de 2013

SAN LUIS GONZAGA, SJ. (1568-1591)


            Voy a presentaros en primer lugar una breve biografía que nos ayude a conocer la persona de la que estamos hablando, seguidamente voy a intentar distinguir los rasgos de su persona que le han llevado a ser santo, en tercer lugar cuáles de esos rasgos son transferibles a nuestra época y, por último, cuál es aquello que me llama más la atención de San Luis Gonzaga.
            1. San Luis es el patrono de la juventud católica. Nació el 9 de marzo de 1568 en Lombardía (Italia). Su entrega a Dios en su infancia fue completa y absoluta y ya en su adolescencia, decidió ingresar a la Compañía de Jesús, pese a la rotunda negativa de su padre, que soñaba para él una exitosa carrera militar. Durante los años siguientes, el santo dio pruebas de ser un novicio modelo. Estando en Milán y por revelación divina, San Luis comprendió que no le quedaba mucho tiempo de vida. Aquel anuncio le llenó de júbilo y apartó aún más su corazón de las cosas de este mundo. Por consideración a su precaria salud, fue trasladado de Milán a Roma para completar sus estudios teológicos, siendo los atributos de Dios sus temas de meditación favoritos. En 1591 atacó con violencia a Roma una epidemia de fiebre; los jesuitas abrieron un hospital y el santo desplegó una actividad extraordinaria; instruía, consolaba y exhortaba a los enfermos, y trabajaba con entusiasmo y empeño en las tareas más repugnantes del hospital. Falleció en la octava del Corpus Christi, entre el 20 y 21 de junio de 1591. Fue canonizado en 1726. 
            2. Fueron tan solo 23 años los que vivió pero fueron suficientes para cultivarse como santo. Su especial vida interior muy tocada por la gracia desde que era un infante le llevó a ser dócil a la Palabra del Señor. Fue un niño con despertar religioso en el hogar, inocente, piadoso, con una gran experiencia de oración, con mucho amor a la Virgen, a los Santos y a la Eucaristía. Podríamos decir que de ahí partía la espiritualidad que él vivía y que le llevaba, también, a ser un joven desprendido de todos sus bienes materiales  y mortificado. Aprendería en la Compañía de Jesús a ser un contemplativo en la acción, es decir, concretaría en el servicio a los demás, especialmente a los más pobres incluso a riesgo de morir, el amor que sentía por Jesús el Señor.
            3. Gonzaga no nos resulta lejano en el tiempo, todas sus actitudes son deseables para nuestra época. En el fondo –como acabamos de decir- el amor que sentía por el Señor le hacía un testigo verídico. Él, no cabe duda, es buen patrono para la juventud cristiana, para que los jóvenes vean en él, a alguien de carne y hueso que consiguió ser como Jesús en su tiempo. Para ello es muy importante tener un especial trato con el Señor, hablar con él “como un amigo habla con otro amigo” (San Ignacio de Loyola), hablarle a Él de ellos y a ellos de Él. San Luis se comprometió con la misión que le encomendó el Señor y arriesgó su vida. Al final se contagió y ojalá nos contagie él de Dios.


            4. Siempre me llamó la atención este joven santo jesuita, a parte de ser patrono de la juventud católica, también lo es de los enfermos de SIDA (con los que yo he tratado) y, también, es patrono de los teólogos jesuitas. Por lo tanto, él –quiera o no- ha estado presente en mi vida y le he sentido como compañero. Siento particular devoción por él y un deseo grande de ser como él. Al mismo tiempo, me parece que es un personaje sugerente para proponer a los jóvenes. Su vida no es complicada, es muy sencilla y clarividente. Tiene deseos grandes de estar con el Señor y anima a la fe. Su relación con Dios le lleva a ser puro y casto, vivencia que le hace ser transparente, sin doblez, de mirada limpia y corazón también. Los jóvenes pueden ver en Luis un modelo de santidad en medio de un mundo que también tiene sus pestes, su aprecio por los bienes materiales y su ignorancia por los espirituales; pueden ver en él al joven que sintió aquello de: “… Vos me lo distéis a Vos Señor lo torno”.

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