6 de enero de 2016

EPIFANÍA DEL SEÑOR

Dentro del tiempo de la Navidad que concluirá el próximo domingo, con el Bautismo de Jesús, hoy celebramos la solemnidad de la Epifanía, una celebración que –ciertamente- tiene mucho de ingenuidad, de sorpresa, de detalles, de ilusión, de fantasía. Pero que está llena de un simbolismo amplio y que hoy en día tiene tanto significado como cuando ocurrió la primera vez.
Conviene reconstruir la escena.
María, José y el niño Jesús están en un establo, donde comen, duermen, habita el ganado. Allí porque no han sido acogidos en otro lugar, tiene María que dar a luz a su hijo, al Hijo de Dios. Ciertamente es un lugar predestinado, Dios en el fondo deseaba nacer ahí. Esta es su tarjeta de presentación: ser humano, abajarse, para confundirnos, para descolocarnos. Que ha querido nacer a la intemperie. Por eso has escogido estos padres, esta familia, esta compañía.
Dios que sigue naciendo, así lo celebramos cada Navidad, no ha cambiado de pensamiento, de trayectoria; sigue naciendo en la profundidad de un corazón desprendido y abnegado, desprendido de pertenencias, que es capaz de renunciar a su propio “querer, amor e interés” para hacer la voluntad de Dios. Que escandaloso sería fingir que Dios nace en el corazón de la avaricia, del rencor, de la mentira, del odio, de la envidia.
El mensaje de la Buena Nueva lo han recibido en primer lugar los pastores que pastorean sus rebaños en los arrabales porque tampoco son acogidos dentro de la ciudad. Qué curioso, Dios se manifiesta primeramente para los marginados, por los que huelen a oveja, por los que no van bien vestidos ni van a la peluquería todas las semanas. Personas simples, llanas, que no conocen ni la depilación ni la manicura. Viven de su trabajo y cargan con el peso de ser apuntados con el dedo, las miradas inquisitoriales, criticados, etc. Para ellos, “gloria Dios en el cielo”. Dios desde que nació hasta que fue crucificado nos está queriendo enseñar que el camino de la austeridad, la pobreza, la sencillez, etc. es el camino no solo más corto para llegar a Él, para estar en comunión con Él, sino que es el único.
Los pastores van al portal a adorar a Dios, le entregan lo que tienen: su corazón, sus vidas, su reconocimiento, sus rebaños. Van a acoger al Pastor, al Buen Pastor, que es capaz de dejar las 99 ovejas en el redil para ir a buscar la descarriada. Qué bello es poder sentir esto, cuando se siente, les aseguro que no se necesita mucho más, que seremos capaces de relativizar muchas cosas que no son importantes, como estar ahí con Jesús y los que le acompañan.
En el lugar en el que Jesús nace, vamos pasando todos nosotros para adorarle, para orar, para guardar silencio, para escuchar. Este niño que es Dios, balbucea, pero no es mudo, es Palabra que nos habla. Dios no se calla y su Palabra está contenida especialmente en las lecturas como las que hemos escuchado hoy.
Isaías nos habla, como San Juan en el prólogo de su evangelio, de tinieblas y de luz. Nos habla de reyes, de pueblos que caminan hacia una luz. Todo ello, ya preludio de lo que nos habla el Evangelio de hoy.

Mateo es el único evangelista que recoge esta escena de los Magos. El evangelista no habla de reyes. Ni tan siquiera menciona sus nombres. Se nos habla también de otro personaje muy importante: Herodes. Los Magos representan la luz, pues están iluminados por la luz que siguen. Y Herodes está oscurecido por las tinieblas que le envuelven.
Los Magos, dice la tradición, son personajes venidos de distintos continentes, representan la variedad de razas, la raza humana. Son incrédulos en sus comienzos, se dejan llevar simplemente por la razón, la ciencia, la astrología. Sin embargo, Dios se servirá del impulso de empujarlos a salir de sus lugares lujosos de procedencia para ir tras la estrella, siguiendo sus cálculos. El tiempo, el camino, hará que ellos mismos vivan un proceso interior que les irá transformando y que su conversión será total y definitiva cuando contemplen la manifestación de Dios en un niño, tal y como decía la profecía.
Mientras tanto, en nuestro mundo sobran Herodes que desean quitar el protagonismo de Dios en la sociedad. El protagonismo entendido como que Jesús es el centro de la vida de un cristiano. Nuestra cultura tiene raíces profundamente cristianas y esto a mucha gente, como a Herodes en aquel tiempo, no les gusta nada. Se les ha atragantado la religión, y el ateísmo que dicen profesar a veces les hace más creyentes que incluso a muchos de nosotros. ¿Por qué digo esto?, pues porque tienen en su mente a Dios, la religión, la Iglesia, etc. –aunque sea para mal- mucho más que nosotros mismos. Son muchas las noticias que nos llegan de unos y otros. Hoy todo se politiza para enfrentarnos a unos contra otros, pero el camino de un cristiano no es el da la confrontación sino el del diálogo, por eso recibimos tantas tortas. Es muy triste cómo se celebran en nuestra sociedad algunas historias que no se corresponden con nuestra cultura, que incitan al consumismo y a la fiesta, principalmente,… y las nuestras, las de toda la vida, se tergiversan, se profanan, son ridiculizadas, se juega con nuestra sensibilidad, pero esto no parece movernos más que a la anécdota. Y esto irá a más, mientras que los cristianos no cojamos y como los Magos, decidamos no hacer la voluntad de Herodes, sino volver por otro camino, seguir el camino que nos indique Jesús.

Queridos hermanos, Dios ha nacido, vivamos esta gran fiesta cristiana con profundidad y en fidelidad al mensaje recibido: “Ha nacido el Mesías, el Señor, venid a adorarle”. Así sea. 

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