6 de mayo de 2017

Homilía - DOMINGO 4 PASCUA - DOMINGO DEL BUEN PASTOR

Algunos domingos de la Pascua tienen un matiz. Recuerden sino el itinerario de la Cuaresma, cada domingo nos va marcado, a partir del texto evangélico, un itinerario de vida. Desea provocar en nosotros una actitud, un itinerario de vida, una similitud, la plena identificación con Jesús el Señor. Y, ¿por qué tenemos que parecernos al Señor? Pues porque en Él están representados todos los valores humanos, los mejores, los que nos hacen feliz a nosotros y a las personas con las que convivimos, pero no solo con ellas, sino con toda la humanidad.
            Pues bien, como les decía, también cada Domingo de la Pascua, nos propone una imagen de Jesús. Primer Domingo: la Resurrección del Señor, en todo su esplendor. Segundo Domingo: Domingo de la Divina Misericordia, así nombrado por el Papa San Juan Pablo II. El Tercer Domingo de la Pascua el de los discípulos de Emaús, Dios se hace el encontradizo en nuestra vida cotidiana. El Cuarto Domingo, el Domingo del Buen Pastor. El Quinto nos habla de la comunión, como estar unidos a Jesús nos hace comunidad. El Sexo Domingo, Domingo en el que celebramos la Pascua del Enfermo nos invita a comportar en nosotros un testimonio de esperanza y no de cobardía. Después seguiríamos con el Domingo de la Ascensión para concluir con el Domingo de Pentecostés.
            Hoy nos centramos en el Domingo del Buen Pastor, es un domingo típico para ordenación de diáconos, sacerdotes y obispos, pastores de la Iglesia. Las lecturas –excepto la segunda- nos han hablado de esta imagen, Dios es nuestro Pastor, Jesucristo es el Cordero de Dios, el Bautismo es la Puerta que nos permite entrar en la Iglesia y permanecer en ella. El Bautismo es el sacramento vital para un cristiano, tan característico de la Pascua.
            A mí me gustaría, precisamente, desarrollar un poquito algunas cosillas que hemos escuchado en el Evangelio:
- Jesús es el Buen Pastor. Precisamente el Señor mismo nos advierte -por medio de la Palabra que acabamos que escuchar- que hay otros pastores que no son buenos y se nos presentan como tal. No olviden nunca la imagen del lobo en el Cuento de la Caperucita. Una cosa es lo que parecen las cosas y otra lo que son. Las apariencias engañan. San Ignacio de Loyola habla del “sub angelo lucis”, es decir, aquellas realidades que se presentan como buenas, pero en el fondo llevan carga de maldad. En la vida sabemos que, por haber, hay de todo. Pero qué triste es poner la confianza en alguien y que luego te lleves un chasco. Jesús, Buen Pastor, nos da garantías. Vivir en plena comunión con Él nos aporta, como hemos escuchado en el Evangelio, vida eterna.

- Hemos oído también hablar de la puerta del redil y esta puerta es estrecha. Imagínense ustedes que, por una puerta, como por ejemplo la de casa pretendemos entrar con todas las manos llenas de bolsas, en esas bolsas llevamos todas nuestras compras, nuestro neceser, las maletas, los aparatos de cocina y aparatos electrodomésticos, ya no les digo, el móvil, el ordenador, la Tablet, el equipo de música, el coche, el carro de la compra, etc. ¿Se puede entrar así? ¡Imposible! Por esa puerta hay que pasar con lo que somos no con lo que tenemos, porque una de dos o pasamos nosotros o no pasa nadie. Lo que necesitamos está al otro lado de la puerta, el resto de las cosas nos sobran, son innecesarias, a veces hacemos de las cosas dioses.
Me quedo con la imagen de Jesús Buen Pastor, es pastor que conoce a sus ovejas, las provee de lo necesario para que puedan vivir felices. Ese Buen Pastor no solo preocupado porque las ovejas engorden y puedan darle mayor ganancia. ¿Qué sería si nosotros deseáremos unas ovejas con lana muy bonita, si las tiñéramos, las hiciéramos trenzas, si las hiciéramos la permanente, si las lleváramos a la tintorería, o a hacerse la manicura y la pedicura, etc.? Jesús es ese Buen Pastor que porque mima sus ovejas, les atiende personalmente, sus ovejas son lustrosas y tienen una lana especial. El cuidado qué Él las da es humano y a la vez divino, y el cuidado que pretendemos a veces nosotros, desde el buenismo, es un cuidado superficial, aparente.

Aprendamos del Buen Pastor, escuchemos su voz, dejémonos guiar, en su Voz, está nuestra vida en juego, aunque no lo parezca, quizá muchas veces nos demos cuenta de las cosas cuando ya no haya solución, cuando el lobo hace estrago en el rebaño, entonces nos preguntaremos: ¿dónde estaba el pastor? Así sea.

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