11 de abril de 2014

PRIMERAS CONFESIONES - LA BELLEZA ESTÁ EN EL INTERIOR

              Durante la Cuaresma y ya en los días previos al triduo santo, los cristianos tenemos la oportunidad de celebrar el Sacramento de la Reconciliación. Muchos niños de nuestras catequesis parroquiales lo celebran por vez primera en estos días. 
         Los niños de nuestra parroquia tuvieron ocasión de celebrarlo el pasado 5 de abril. La jornada comenzó a las 11 de la mañana en el Centro Parroquial "La Panera". Allí los catequistas organizaron una convivencia para sensibilizar a los niños en torno al perdón y a la misericordia de Dios.
      Como el día acompañó climatológicamente parte de la convivencia la hicimos al aire libre, concretamente en el Parque Municipal. Allí los catequitas, como algunos monitores de nuestra Asociación Juvenil "Santiago Apóstol" organizaron juegos para todos. Fue un momento muy grato para todos, de distensión, pues los niños estaban muy nerviosillos.
              Comimos un bocata y por la tarde seguimos con la preparación inmediata a la celebración. 
              La coralina nos acompañó con los cantos, los catequistas prepararon una celebración acogedora y representativa de Dios - Misericordia. A nuestra celebración invitamos a nuestros amigos sacerdotes jesuitas de otros años: José Luis, Pruden y el P. Angulo. También el resto de la comunidad y de otros grupos de catequesis tuvieron la ocasión de celebrar el sacramento de la penitencia.      

               Para finalizar, los papás prepararon una fiesta, parecida a la del "hijo pródigo", puesto que para Dios - Padre es una gran alegría volvernos a tener cerca. 
          
            El Señor, a través de la Cuaresma, especialmente en la escucha atenta a Su Palabra, desea pulir el tesoro que habita en nuestro interior y que muchas veces por tantas capas y capas, desconocemos o ignoramos. Somos como diamantes en bruto, oro en lingotes que a través del trabajo, del calor y el crisol pueden ser moldeados, afinados, mostrando la mejor cara de nosotros mismos, no la de la apariencia sino la de la transparencia.
            Algunas asperezas hay que rectificar, también impurezas; unas pertenecen al carácter, otras a la insolidaridad, también a la impaciencia, a lo que pudimos hacer y no hicimos, y a tantas palabras que no pudimos callar. Cómo no limar la falta de fe y de esperanza, también de caridad. Y, qué decir de la tibieza, la soberbia, la hipocresía o el pensar solo en el más acá. La pereza y las pocas ganas, el comportamiento a veces como si no existiera nadie más.
            Aprovechemos algún tiempo para ponernos en la presencia de Dios, para dejarnos iluminar por Su Mirada, que es compasiva, misericordiosa y justa. Si nos miramos desde nosotros, nos quedaremos cortos o veremos de más. Si nos dejamos ver por la muchedumbre no veremos a Jesús como Zaqueo (cf. Lc 19, 3). Dejémonos ver por la mirada compasiva de Dios compasivo, misericordiosa de Dios misericordioso; mirada llena de ternura para con todos.
            Aunque nos alejemos, Él siempre espera nuestro regreso. Volvamos a la casa del Padre: por estar con Él y también por la fiesta (cf. Lc 15, 11-32).

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