16 de agosto de 2016

Solemnidad de la Asunción de Nuestra Señora


Hace poquitos días pude vivir de cerca el encuentro del Papa Francisco con miles de jóvenes católicos de todo el mundo en Cracovia, con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud. Impacta ver la sintonía del Papa Francisco, que tiene ochenta años, con estos jóvenes; él logra interpretar sus sentimientos y encuentra las palabras adecuadas para tocar sus mentes y corazones. El eje de esta Jornada Mundial fue la misericordia, dentro de las celebraciones del Jubileo de la Misericordia.

Acabamos de escuchar unas palabras inspiradoras del escrito a los Hebreos. En ellas podemos encontrar conexión entre este texto y las palabras del Papa Francisco a los jóvenes católicos del mundo entero. Hemos escuchado: “Dejemos todo lo que nos estorba; librémonos del pecado que nos ata, para correr con perseverancia la carrera que tenemos por delante, fija la mirada en Jesús, autor y consumador de nuestra fe”.

En Cracovia, el Papa exhortó a los jóvenes a asumir el reto de construir el futuro y, lo más importante, expresó su confianza en ellos, los valoró y los invitó a comunicar su vitalidad a un mundo que se siente desesperanzado. Precisamente en las intervenciones del Papaencontramos propuestas concretas para poner en práctica las palabras del texto bíblico. ¿Cómo dejar a un lado lo que nos estorba?, ¿cómo librarnos del pecado que nos ata?, ¿cómo correr con perseverancia la carrera que tenemos por delante? El Papa nos da algunas pistas.

La primera pista es vivir con pasión y entusiasmo nuestros compromisos. El Papa decía a los jóvenes: “No hay nada más hermoso que contemplar las ganas, la entrega, la pasión y la energía con que muchos jóvenes viven la vida. Es estimulante escucharlos, compartir sus sueños, sus interrogantes y sus ganas de rebelarse contra aquellos que dicen que las cosas no pueden cambiar. Es un regalo del cielo poder ver a muchos de ustedes que, con sus preguntas, buscan hacer que las cosas sean diferentes”. Necesitamos contagiarnos de esta vitalidad de los jóvenes. Muchos creyentes viven su fe de una manera lánguida, sin entusiasmo, reduciéndola al cumplimento de unos ritos que se repiten monótonamente. En el evangelio que acabamos de escuchar, Jesús utiliza un lenguaje que nos debe despertar de nuestra somnolencia: “He venido a traer fuego a la tierra, ¡y cuánto desearía que ya estuviera ardiendo!”. Los adultos debemos contagiarnos de esa pasión con que los jóvenes viven la vida.


Una segunda pista, dice el Papa: “para poder correr con perseverancia la carrera que tenemos por delante”. Se trata de la misericordia, que cambia las relaciones sociales y hace presente el Reino. Francisco explica a los jóvenes cómo “un corazón misericordioso sabe ser refugio para los que nunca tuvieron casa o la han perdido, sabe construir un ambiente de hogar y familia para aquellos que han tenido que emigrar, sabe de ternura y compasión. Un corazón misericordioso sabe compartir el pan con el que tiene hambre, un corazón misericordioso se abre para recibir al que huye de su país y al migrante”. Los jóvenes son muy sensibles al dolor de los pobres y vulnerables.

Francisco nos ofrece una tercera pista para librarnos de lo que nos ata y correr con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Dirigiéndose a los jóvenes contrasta las llamadas al odio y la violencia que hacen los violentos del mundo, y la llamada a la fraternidad que nace de las entrañas del Evangelio: “Nosotros no queremos vencer el odio con más odio, vencer la violencia con más violencia, vencer el terror con más terror. Nuestra respuesta a este mundo en guerra tiene un nombre: se llama fraternidad, se llama hermandad, se llama comunión, se llama familia”. El odio, la violencia y el terror son instrumentos de muerte; la fraternidad y la comunión generan vida y liberan el corazón de los hombres.

El Papa Francisco nos ofrece una cuarta pista para transformar las relaciones sociales y así librarnos del pecado que nos ata. Se trata de reconocer las diferencias y vivir en un mundo multicultural, aprovechando las enormes riquezas que este nos ofrece. Pero tenemos que reconocer que muchos adultos son incapaces de abrirse a un mundo plural. Con humildad debemos confesar que no sabemos navegar por las aguas de la diversidad. Debemos aprender a hacerlo. En Cracovia, el Papa decía a los jóvenes: “Hoy los adultos necesitamos de ustedes que nos enseñen a convivir en la diversidad, en el diálogo, en compartir la multiculturalidad, no como una amenaza sino como una oportunidad y ustedes son una oportunidad para el futuro: tengan valentía para enseñarnos que es más fácil construir puentes que levantar muros. Necesitamos aprender esto”.

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