7 de agosto de 2016

Homilía Domingo 19º TO Ciclo C - Fray Antonio Alcalde y Barriga, OP

Hace unos días que volví de la peregrinación a Cracovia. Mucha gente cuando me ve, me dice: ¿qué tal las vacaciones? Sin embargo, creo que hay que distinguir lo que es una peregrinación de lo que son unos días de vacaciones. Lo cual no quiere decir, ¿verdad?, que cuando uno peregrina no se lo pueda pasar bien, como ha sido mi caso, que aunque voy sintiendo que ya no tengo tanta fortaleza como antes, aún hay resistencia. Precisamente uno de los mensajes que los jóvenes en la JMJ escuchamos con más, asiduidad, incluso los españoles, lo llevábamos en una camiseta, era eso: “hoy soy féliz”. Todos nosotros hemos cantado y bailado esta expresión, para Dios. Los jóvenes tienen un modo particular de expresarse que conecta muy bien con la alegría, precisamente con todo aquello que el Papa –a todas las horas- nos está deseando contagiar: la alegría de la fe, la alegría del Evangelio. Desde ahí se conecta con los jóvenes, desde la alegría; la alegría profunda que también se expresa por medio del canto y del baile. Como lo expresaban las monjas en Poznan, que alegría, eran la admiración de todos.

Me gustaría contarles, muy brevemente, la trayectoria de esta peregrinación que tiene que ver mucho, pero que mucho, con la segunda lectura que hemos escuchado. El escrito a los hebreos nos da la definición de lo que es la fe: “seguridad de lo que se espera, y prueba de lo que no se ve”. En esto ha consistido todo: alimentar la fe, confirmar la fe. Precisamente una de las misiones que tiene el Santo Padre, como sucesor de Pedro, es confirmar a sus hermanos en la fe. Nosotros no vamos a ver al Papa, como quien va a ver a un personaje famoso, deseamos escuchar su palabra, seguir sus orientaciones. Y aunque los jóvenes gritan aquello de “somos la juventud del Papa”, en el fondo están diciendo, “somos la juventud de Jesucristo”, Señor cuenta con nosotros.
Han sido muchos días, no fáciles en muchos momentos, de calor, de lluvia, de caminatas, de mal dormir, de mal comer, etc. Pero miren todo eso es una pura anécdota al lado de todo lo que nos hemos traído dentro de nuestras mochilas. Yo particularmente me traigo una experiencia inolvidable, que la he vivido en muchos momentos de forma personal, incluso buscaba momentos para ello, y también como comunidad que formábamos los 60 jóvenes que íbamos en el mismo autobús. Y que muchas de las dificultades que hemos podido tener, se han ido solventando gracias a Dios que nos da el apoyo de los unos y de los otros.
Ciertamente hemos recorrido ciudades, todas ellas muy bonitas, preciosas, con mucha historia, con mucho contenido evangelizador, que en el fondo era la pretensión, pero lo más importante ha sido el recorrido que Dios ha hecho por cada una de nuestras vidas, a través de personas de fe, como hoy recordamos a Fray Antonio Alcalde, evangelizador de las américas, pero en esas tierras eslavas, pensemos en: Santa Faustina Kowalska, San Juan Pablo II, San Maximiliano Mª Kolbe. Todos ellos testigos del terror y de la misericordia. Ahí está el centro de todo este andar hacia Dios: la Misericordia del Señor llena la tierra, y cuando nuestros ojos están fijos en el Señor, podemos ser bienaventurados porque seremos misericordiosos. 
El papa Francisco nos ha dicho palabras que nos han hecho sonrojar, cerrando los ojos, las vivía con atraganto, con emoción, eran palabras de Dios, para mí, y para cada uno de los que estábamos allí, me daban un vuelco al corazón y me hacían renovar mi sí a Dios, renovar mi vocación. He sido enredado por la misericordia de Dios y eso hace mirar hacia adelante con gran esperanza. En el día en el que hoy giran alrededor de nuestra iglesia, cual gimnasio, decenas de niños y no tan niños a la caza de pokemons, entrando en el corazón de Cristo somos atrapados y es muy difícil, en fe, poder desligarse de tanto Amor.
Queridos hermanos, estas vivencias son difíciles de vivir desde un corazón de piedra, pero cuando el corazón se hace más carne que nunca, con todos los pecados y limitaciones que este pueda tener, se dilata, es esponja, se deja querer, y en el fondo lo que se experimenta es que en la limitación de cada uno, en el reconocimiento de mis múltiples pecados, Dios está, para bendecirme, para sanarme, parar perdonarme, para llenarme de misericordia. Solo le digo al Señor una cosa: “hágase tu voluntad, Señor, en mí”. Él sabrá la forma. Le pido a la Virgen de Viloria, para mí, y para todos nosotros, que seamos auténticos en el compromiso diario de nuestra fe. En el amor a Dios está la luz, esa luz de la que nos ha hablado el Evangelio, para todas nuestras miserias. Así sea. 

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