EVANGELIO:
Lucas 1, 39-45
Unos días después, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña,
a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.
En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su
vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito:
- «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!
¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo
llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que
has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá».
CLAVES para la LECTURA
-
La visita de María a su pariente Isabel, en las colinas de Judá, es una página
rica de reminiscencias bíblicas, de humanidad y espiritualidad. María recorre
el mismo camino que hizo el arca, cuando David la transportó a Jerusalén (2 Sm
6, 2-11), y es el camino que hará Jesús cuando decididamente se dirigió a
Jerusalén a cumplir su misión (Lc 9, 51). Se trata siempre de Dios que, en
diversos momentos de la
Historia de Amor, se dirige al hombre para invitarlo a la
salvación.
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Esta narración está estrechamente vinculada con la de la anunciación, no sólo
por su clima tan humano, manifestado en actos de servicio, sino también porque
la visitación es la verificación del “signo” que el ángel dio a María (Lc 2,
36-37). Los saltos del Bautista en el seno de su madre representan la alegría
desbordante de todo Israel por la venida del Salvador (vv. 41-44). Las palabras
de bendición, inspiradas por el espíritu y que Isabel dirige a María, son la
confirmación de la especial complacencia de Dios con la Virgen.
CLAVES para la VIDA
-
El encuentro de estas dos madres y del Mesías con su Precursor constituyen la
expresión de un único cántico de alabanza y acción de gracias a Dios por su
presencia salvadora en medio de los hombres. Ahora nos toca a nosotros,
siguiendo el ejemplo de María y de Isabel, abrirnos a la acción gozosa y
fecunda del Espíritu y responder al don de Dios. La Navidad es tiempo de gozo
porque Dios se hace uno de nosotros.
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María es el modelo de apertura de corazón a la acción del Espíritu. Ella con el
don de la maternidad no se aisló en una autocomplacencia, sino que, cual
verdadera “arca de la alianza”, que encierra en sí la fuente de la vida, se
pone en marcha para servir a los demás en una caridad traducida en humilde
servicio. ¡Inmensa lección para los creyentes de hoy, para nosotros! Y éste es
el pórtico de la Navidad
a la que la liturgia nos ha conducido una vez más, y es que Dios se “disfraza”
en gestos de amor hacia los hermanos, especialmente en aquellos que carecen de
motivos para el gozo y la alegría. Y aquí nos encontramos nosotros dispuestos a
festejar y celebrar al Dios-con-nosotros.
ORACIÓN PARA ESTE DÍA
“Hoy te rogamos, Señor, por los
encuentros y el buen entendimiento entre las personas: que estos de Navidad
sean especialmente significativos con vistas a fortalecer nuestras relaciones”.
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