5 de mayo de 2016

D. JACINTO FÉLIX SIMÓN MARTÍNEZ - D.E.P.: HOMILÍA DEL P. JUAN CARLOS EN EL FUNERAL Y CARTA DESDE ANGOLA

      Como sabemos muy bien, los cristianos cada vez que celebramos la Eucaristía, lo hacemos recordando la pasión, muerte y resurrección del Señor. Este es el misterio de nuestra fe. Esta es la herencia que nos dejó Nuestro Señor. Jesús, al que no vemos, pero que Vive para siempre. Esta es nuestra fe: sentir que Alguien que Vive y es capaz de dar vida, más vida, está cercano a nosotros, en todos los acontecimientos de nuestra vida, también, cuando parece que se esconde, tras la enfermedad, o en la muerte.
            Hoy, al celebrar esta Eucaristía, lo hacemos con un motivo muy especial, pues asociamos a la Pascua de Jesús, que pasó de la muerte a la vida, la propia pascua de nuestro hermano Jacinto, que deseamos guste de esa misma Pascua de Jesús. Para eso hoy rezamos, para que Dios –como solemos decir- le quiera tener en su gloria. Y como sabemos que Dios es compasivo y misericordioso, así lo querrá. Sin embargo, hay veces que nuestras resistencias humanas, incluso más allá de la vida impiden que la Gracia de Dios se pueda comunicar tal como es: derrochando amor, dando vida, ternura, perdón, misericordia, empatía, etc.
            Pero tenemos la experiencia, ayer mismo me lo decía Don Andrés García de la Cuerda, vicario para el clero en Madrid y encargado de la residencia donde Jacinto vivía, que en la mañana de ayer había recibido con lucidez la Santa Unción y que había asumido con fe lo que Dios quisiera para Él. Es más, incluso la misma enfermedad, la había llevado con mucha entereza, sacando fuerza de la propia debilidad, pues a sus 83 años, él seguía sirviendo al Señor y su Iglesia en una parroquia de la Calle Alcalá de Madrid, la parroquia San José, como vicario parroquial. Es decir, este sacerdote, permitan que utilice esta expresión coloquial, ha muerto “con las botas puestas”.
            Jacinto ha tenido la experiencia de la enfermedad y la muerte en cuatro de sus hermanos muy recientemente: Pablo, Santiago, Facundo, también sacerdote, y Jovita. Muertes muy poco distanciadas en el tiempo. Es duro. Casi solo le he visto en esos momentos, pues era un sacerdote muy responsable de su misión evangelizadora y pocas veces se ausentaba de su lugar de trabajo. Sin embargo, ha estado presente en medio del ambiente familiar y de su pueblo, aunque fuera en la distancia.
            Jacinto a puntito de cumplir los 83 años, concretamente el próximo 16 de mayo. Ha vivido un apostolado sacerdotal muy fecundo y por el que hoy damos gracias ante el Padre, que es Él que todo lo ve y todo lo valora.
            Después de cinco años como seminarista de latín en el Seminario Diocesano de Valladolid, entró muy joven en La Trapa de San Isidro de Dueñas y se formó como un monje cisterciense, observante de la Regla de San Benito, al modo de San Bernardo. Creo que él se caracterizaba por la observancia, quizá sufría la secularización que se iba extendiendo –también- como una enfermedad. Monje que en el claustro de un monasterio vivía el ora et labora, la oración y el trabajo, la adoración y la contemplación para después desempeñar también un servicio a la comunidad por medio del trabajo; carisma por el que se sintió atraído en su incipiente vocación sacerdotal.
            Monje y misionero, puesto que también desde el interior de un claustro se puede evangelizar, por medio de la oración, a los que aún no conocen al Señor, o aun aquellos que habiendo oído hablar de Él, aún no lo conocen, y, por tanto, no lo aman. Pero, le llevó a ser misionero más allá de la abadía de San Isidro de Dueñas, y vivió cuarenta años en Angola. Allí fue uno de los primeros monjes fundadores de La Trapa en Angola.
Después, sintió, que el Señor le llamaba a salir fuera del claustro y dejó la orden religiosa, como otros tantos también hemos hecho, inquietos por buscar y hallar la voluntad de Dios, en todo momento; y secundó la vocación a la que Dios le llamaba y por la que ha dado toda su vida: el sacerdocio, fuera del claustro. Así los primeros años de su ejercicio ministerial los vivió en Angola donde abrió paso a las comunidades del camino Neocatecumenal, pero el resto, la última etapa fue en Madrid, incardinado en la archidiócesis de Madrid.
Hoy hemos escuchado unas lecturas, propias del miércoles de la VI semana de la Pascua, y me gustaría traer a colación algo que hemos escuchado y que tiene que ver mucho con lo que acabo de decir sobre Jacinto.

San Pablo fue un predicador incansable que no dejó de ensayar maneras de ganar a los hombres para Cristo, visita el areópago de Atenas. Allí se encuentra con multitud de representaciones de las diversas divinidades. Los dioses paganos ya no decían nada al hombre. Pero, en medio de todos ellos había una estatua dedicada al “dios desconocido”, es decir, a ese Dios que aún había de manifestarse y en el cual se pudiera encontrar la repuesta al anhelo que no acababa de apagarse en el corazón de los hombres.
San Pablo parte de ese hecho para construir su discurso misionero. Lo que aquellos hombres aún no conocen, pero están abiertos a reconocer si se muestra, es lo que él ha venido a comunicarles. A pesar de que obtiene poco éxito, porque la gente lo abandona en cuanto oyen hablar de la resurrección de los muertos, ese aspecto de la vida paulina ilumina el presente. Porque también hoy hay personas que dicen que “algo ha de haber” y que no dejan de reconocer la insatisfacción en la que viven por no haber conseguido la respuesta adecuada. Nosotros conocemos al que buscan: Jesucristo.
Y, por otra parte, en el Evangelio, Jesús nos habla del Espíritu Santo. Lo hace esta vez bajo el aspecto de la Verdad. Dice: “cuando venga él, el Espíritu de la Verdad, os guiará hasta la verdad plena”. Aquí se nos muestra como el hombre precisa de una iluminación para reconocer lo que busca. El Espíritu Santo la concede. Pero en el hombre hay una apertura a la verdad, porque si no la fe actuaría en contra del ser del hombre, y no es así. Él nos lleva hasta la plenitud de la Verdad. Aunque las palabras de Jesús se dirigen a los apóstoles y parecen referirse a una comprensión plena de la revelación me parece que también pueden usarse en el sentido señalado.
Por eso hemos de invocar al Espíritu Santo para que la semilla de verdad que hay en el corazón de todos los hombres – como hoy sepultamos la de Jacinto- no se apague. Se lo pedimos al Señor, por medio de la intercesión de su Madre, la Virgen de Viloria, a quien desde niño Jacinto, aprendió a dirigirse como Madre. Así sea.

CARTA QUE ESCRIBEN DESDE ANGOLA, CATEQUISTAS DEL CAMINO NEOCATECUMENAL

Huambo (Angola), 3 de Mayo de 2016
Fiesta de San Felipe y Santiago, Apóstoles

Rvdo. Sr. Cura Párroco
D. Miguel Ángel Turmo
Parroquia de San José 
MADRID 

 ¡Qué hermosos son sobre los montes los pies
del mensajero que anuncia la Buena Noticia! (Is 52,7)

Querido Miguel Ángel: 

Desde Huambo en Angola, en dónde inició su misión como monje trapense misionero, el querido Padre Jacinto, queremos unirnos a vuestra acción de gracias en la Eucaristía exequial que celebraréis esta tarde por su alma. 

El Padre Jacinto dedicó unos cuarenta años de su vida y ministerio presbiteral a evangelizar en estas queridas y sufridas tierras de Angola. Abrió el Camino Neocatecumenal en su Parroquia de la Santísima Trinidad de Lobito, la primera que acogió el Camino en la diócesis de Benguela. Él, aún en tiempos recios de guerra, nos acogió con fe, amor y generosidad. Haciendo posible el crecimiento de una renovación pastoral en su Parroquia, que luego pasó a otras partes de la diócesis, transformando tantas personas.
Al mismo tiempo, habiendo conocido la noticia de su fallecimiento, se unen también a estos sentimientos de gratitud y oración por su alma D. Oscar Braga, Obispo Emérito de Benguela, D. José de Queirós, Arzobispo de Huambo y D. Estanislao, Obispo de Dundo. Así como todos los hermanos del Camino neocatecumenal que se beneficiaron de su ministerio y le recuerdan con agradecimiento.
Descanse en paz el siervo bueno. Cristo ha resucitado.

La paz,

Francisco, Padre Paco y Aurita
Equipo de catequistas itinerante en ANGOLA ​

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