22 de mayo de 2016

NOVENA DE LA VIRGEN DE VILORIA - FIESTA DE JESUCRISTO, SUMO Y ETERNO SACERDOTE

Hoy es la fiesta de "Jesucristo, sumo y eterno sacerdote"; jueves siguiente al Domingo de Pentecostés.

Jesucristo, decimos, es "sacerdote, víctima y altar". "Sacerdote" que ofrece el sacrificio al Padre, cordero de Dios ("víctima") que se sacrifica por nuestra salvación y "altar" sobre el que se ofrece este sacrificio, de vital importancia para nosotros.

Y, por el Bautismo, todos nosotros participamos de este triple ministerio de Cristo: somos cristianos, participamos del sacerdocio real o bautismal y algunos de entre los bautizados participamos del sacerdocio ministerial.

En la Santa Misa se hace, especialmente, constancia de este ministerio, pues el sacerdote, en "persona Christi" (la persona de Cristo), ofrece al Padre el pan y el vino, que se convertirán en el cuerpo y la sangre de Cristo, en su vida, y lo hará en memoria de la primera vez. Y, a su vez, vosotros, acompañáis con vuestra presencia y oración este sacramento de salvación. 

Por tanto, todos nosotros celebramos la Eucaristía. Nuestro diálogo orante, la escucha de la Palabra de Dios y la adoraciónd el Santísimo Sacramento, nos capacitan para ser testigos del Señor en medio de la asamblea y en medio del mundo. "En la iglesia entramos para adorar y salimos para servir".

Los sacerdotes vivimos nuestro ministerio y vocación al lado de la vuestra, contando con vuestra oración y apoyo.

Precisamente, en este sentido, desde el primer día en el que el Papa Francisco se presentó a la Iglesia desde el balcón del Vaticano, en la Plaza de San Pedro, pidió que oráramos "unos por otros", para crear una gran fraternidad, y a continuación pidió orar por él.


Orad, queridos hermanos, por los sacerdotes, orad por vuestro párroco para que no sucumba a ninguna tentación. Que como nos exhorta el Papa Francisco, diariamente, seamos ministros al servicio del pueblo de Dios y no confundamos este con el poder, que corrompe y separa; actitud propia del demonio.

Como sacerdote deseo adherirme a la cruz de Cristo, como María, muchas veces sufriendo y otras veces entonando el Magnificat; cayéndome pero -con la ayuda del Señor, agarrándome a su mano, volviéndome a levantar una y otra vez.

Como sacerdote deseo amar a mi pueblo, sin establecer más afecto de unos por otros. Cargando con la cruz de cada día, pues muriendo es como se da la vida (abnegación).

Como sacerdote prefiero servir a ser servido, dar a recibir; no aspiro a fama ni a honor, más que el de gloriarme en la cruz de Cristo, que es donde procede nuestra salvación (cf. Gal 6, 14).

Como sacerdote aspiro a los bienes del cielo, prefiriendo una vida entregada y con sentido, aunqu esta sea corta.

Ofrezco al Señor, por medio de María, el dolor, los pesares, los anhelos, las incomprensiones, el vacío, la sequedad, la carga de la vida cotidiana; deseando más que nada hacer la voluntad del Padre, aunque esta vaya en contra de mi propia voluntad o deseo.

En este año jubilar, de la Misericordia, los sacerdotes recibimos y damos -especialmente- misericordia. La pido a Dios para mí, pero también para vosotros, delante de María la Virgen. Que nos haga y seamos misericordiosos, que seamos hombres y mujeres con entrañas de misericordia, para acoger a tantas víctimas del orgullo, la soberbia, la ira, la envidia, la opulencia, etc. Misericordia para acoger y misericordia para dar; ¿porque cómo dar si antes no hemos recibido?

Vivamos el sacerdocio real de Jesucristo, orando los unos por los otros, para que con el apoyo, podamos vencer las fuerzas del mal, que a todos nos atibulan. Amen. 

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