3 de diciembre de 2016

Homilía - Domingo 2º Adviento


Realmente la Palabra que podemos escuchar durante este tiempo de adviento nos puede resultar bastante poético. Son los profetas los encargados de poner como melodía a la Palabra de Dios. El Adviento es un tiempo litúrgico que nos está invitando a la conversión. Y por ello parezca que no es tan “drástico” como lo puede ser el tiempo de la Cuaresma. Pues este tiempo a lo que nos lleva es al encuentro con Dios – Niño, tierno, dulce, etc. de fácil aprehensión por nuestra parte, y la Cuaresma nos prepara para la pasión, muerte y resurrección, pero muchas más veces son las que nos estancamos en la muerte, y claro esta es más lúgubre y la desechamos.

            Isaías nos relata la posibilidad que de un palo seco pueda brotar algo. Esto -queridos hermanos- a nosotros no nos resulta extraño. Contemplemos cada año el proceso de la viña, ¿acaso no brota de algo seco? Nos habla de la posibilidad de habitación de animales que han nacido para enfrentarse. Sin embargo, lo que Dios nos ofrece es salvación y no espalda contra espalda. Nosotros no somos esa ristra de animales que el profeta acaba de enumerar, sin embargo, nos cuesta relacionarnos, por decirlo -también- de la forma más fina posible.

            El pueblo de Israel vive de la esperanza de lo que le anuncian los profetas. Estos no inventan, tienen una especial relación con Dios, el Señor les habla para que nos hable. El pueblo vive en la esperanza de la salvación, de la redención, ¿acaso nosotros no deberíamos vivir más en esta clave? Sin embargo, parece que quien esperamos que nos saque del agujero es la suerte, las carambolas. La relación que podamos tener con Dios no ha de ser casual, por casualidad, porque, aunque es verdad Él siempre está a ver si nos encuentra, necesita nuestro asentimiento y consentimiento para acercarse y darnos el abrazo. Y no pasa nada por cómo nos presentemos ante Él, pues Él es especialista en abrazar nuestra miseria, nuestra basura, y convertirla en oro refinado. El intercambio es entre ambos, no es posible solo de una parte hacia la otra: Dios siempre está por la labor, ¿y nosotros?

            Pablo a los Romanos les dice, y en ellos, nos dice: “acogeos mutuamente como Cristo”. Precisamente en otro lugar de la Escritura podemos también leer: “quien me acoge a mí, acoge al Padre, que me ha enviado”, “quien acoge a un niño”, etc. El tiempo de adviento nos está invitando a preparar nuestra acogida al Señor. Pero hermanos, esta nos debe iluminar el aspecto de nuestras acogidas hoy: ¿cómo son? No pretendo describir ni las mías ni las suyas, pero a veces, los unos y los otros, somos groseros acogiendo, riéndonos de los demás, ridiculizándoles, etc. Gracias a Dios que aún tenemos conciencia y que -aunque sea pasando un tiempo- nos damos cuenta, que nadie se autoengañe, porque precisamente este sea uno de los testigos que verifican nuestra respuesta a Dios y el grado de nuestro fervor, vida de piedad, o vida interior, y no tanto los sacrificios que como nos dice el Señor en la Escritura no le satisfacen cuando no proceden de un corazón puro.

            Por eso la invitación de Juan Bautista a la conversión. ¡Y tendremos que convertir tantas cosas! El Papa Francisco nos invita a la conversión pastoral y a la pastoral de la conversión. Todo ello en línea con la nueva evangelización. Queridos hermanos, hay que estar abiertos al cambio de época y a saber estar en esta época de cambio. También nos habla así Francisco. El miedo y la desconfianza es propio del mal espíritu, sin embargo, la apertura hacia los nuevos tiempos en los que nos encontramos nuevas personas y hay que acoger con nuevas formas, no hay que tener reparo. No vendemos nada, no ganamos más… nosotros somos hijos de Dios que responden a su amor cada día, de la mejor manera posible, comuniquemos a todos esta experiencia, después ya no dependerá tanto de nosotros quien más es tocado el corazón. Ahora, que en nosotros sí haya vigor, ilusión, deseos,… para vivir el cristianismo en primera persona, sin imposiciones, con espíritu de cercanía y de servicio.

            Pidamos a María ella nos ayude siempre a estar próximos a Jesús y al prójimo. Así sea.

No hay comentarios:

Publicar un comentario