4 de enero de 2015

HOMILÍA - Domingo II de Navidad

“La Palabra se ha hecho carne y acampó entre nosotros”. Esta es una de las frases más conocidas por todos nosotros del Evangelio. Pertenece al prólogo del evangelio de Juan. Este evangelista, de altos vuelos, por eso es representado por un águila, que nos introduce su Evangelio con estas bellas palabras que nos hablan de Dios y de su misión en la tierra.
          No es la primera vez que escuchamos esta lectura durante este tiempo de Navidad. Precisamente porque trata directamente el Misterio que estamos celebrando.
          Dios que es familia, trinidad, existe desde siempre; Él es el creador de todo y de todos. Él lo ha ido creando todo por amor. Por eso decimos, que Él nos amó primero y por eso nos creó. Por eso decimos que Él creyó en nosotros antes de que nosotros creyéramos en Él.
          Dios, creador de to lo visible y lo invisible, tal y como rezamos en el Credo de nuestra fe, se siente orgulloso de su creación: el firmamento, el cielo, las estrellas, el sol, la luna, las nubes, el agua, las plantas, los animales, por pequeños y desconocidos que nos sean, etc. Todo ello lo creado Dios. Y Él se ha esforzado de una manera muy especial al crear al ser humano, se ha dedicado tanto, que ha querido que seamos un calco de Él mismo, del Hijo.

          Por lo tanto, de Dios ha nacido todo lo bueno que existe, todo, todo.
          Alguien puede decir, ¿y el mal? ¿lo creó Dios? Y la respuesta tajante es: ¡no! Un dios que crea el mal sería un dios contradictorio, por lo tanto, un dios que no existe. El mal no es algo, sino, más bien, la carencia de algo. San Agustín, a la hora de reflexionar sobre estas cosas, dio la respuesta clásica y en cierto sentido definitiva: el mal es ausencia de bien. Por lo tanto, si Dios es el bien absoluto y ha creado el mundo bueno, quiere decir que al principio, cuando Dios hizo las cosas, no había mal. El mal ha sido introducido por una voluntad ajena a Dios. Entonces, en ese sentido, hay que decir que si hay en el mundo desorden, desequilibrio, destrucción, conflicto, etcétera, eso se debe no a Dios sino a una voluntad creada que ha puesto en el mundo esta realidad, voluntad creada que la tradición judeocristiana identifica primero con la del ángel caído —el demonio—, y segundo con el hombre, que con el pecado se aparta de Dios.
          Por eso, se encarnó Jesús, para nuestra salvación, para liberarnos del mal, del maligno, del pecado; porque nos aparta de Él, y le duele, le pone triste. Porque Dios es humano, solidario con el dolor humano.
          Dios se ha hecho uno de nosotros y al hacerse uno como nosotros, menos en el pecado, se ha querido mezclar con nuestra raza para comprendernos mejor, para ser campechano con nosotros, pero no todos le hemos recibido, los suyos no le hemos recibido. Sí, recibimos de muy buen agrado: el turrón, las peladillas, los polvorones, Papa Noel, los reyes Magos, las comidas y las reuniones, etc. Sin embargo que duro tiene que ser celebrar una fiesta, supuestamente, de cumpleaños, sin contar con el homenajeado.
          Por eso, con que el Señor se haya querido hacer uno de nosotros, no nos lo ha solucionado todo, sino que ha deseado que la fe que le profesamos, se la demostremos. O lo que es lo mismo, de qué nos vale decir: “Señor, Tú sabes que te quiero, tú sabes que te amo”, “si a Dios rogando y con el mazo dando”.

          Es decir, que aunque Dios no nos lo exija, sería muy bueno, que le correspondiéramos a su amor, sería más coherente, más veraz y real. Y para ello deberíamos cambiar algunas de las actitudes que nos identifican con el ser cristianos, y si no miren la letra de una canción que a veces cantamos: No me creas si me viste rezando, no me creas si de unión yo te hablé, no me creas si me ves dar limosnas, que todo esto se puede hacer sin fe. No me creas si el domingo voy a Misa, no me creas si en mi pecho una cruz ves, cuando veas que mi vida es para todos, entonces, créeme. PORQUE ES MUY FÁCIL REZAR, PORQUE ES MUY FÁCIL HABLAR, PERO QUERER DE VERDAD A VECES HACE LLORAR. No me creas si la libertad defiendo, no me creas si presumo de hacer bien, no me creas si pregono la justicia, que todo eso se puede hacer sin fe. No me creas si visito las chabolas, no me creas si al hablar me expreso bien, cuando veas que mi vida es para todos, entonces créeme…

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