15 de febrero de 2015

RETRANSMISIÓN DE LA SANTA MISA - RADIO MARÍA - DESDE CIGALES

NUESTRA PARROQUIA HA ACOGIDO ESTA MAÑANA A LOS VOLUNTARIOS DE RADIO MARÍA PARA RETRANSMITIR LA MISA POR MEDIO DE RADIO MARÍA. AGRADECEMOS AL GRUPO DE COLABORADORES Y EN ESPECIAL A ANA TADEO COMO RESPONSABLE DE "RADIO MARÍA" EN VALLADOLID, LA DEFERENCIA POR CELEBRAR LA MISA DEL DOMINGO DESDE NUESTRA IGLESIA PARROQUIAL. 

NUESTRA CORALINA HA ESTADO FANTÁSTICA Y EL PUEBLO FENOMENAL. HEMOS QUERIDO ABRIR LAS PUERTAS DE NUESTRA IGLESIA A TODAS LAS PERSONAS QUE DESDE SUS CASAS, EN CUALQUIER PARTE DE ESPAÑA Y DEL MUNDO NOS HAYAN PODIDO ESCUCHAR.

CARMEN GANADO, UNA DE LAS VOLUNTARIAS DE "RADIO MARÍA" EN CIGALES, NOS HA OBSEQUIADO EN LA CASA PARROQUIAL CON UN SUCULENTO CHOCOLATE CON BIZCOCHOS. MUY AGRADECIDOS TODOS POR EL DETALLE.

ANA TADEO, COMO RESPONSABLE DE "RADIO MARÍA" EN VALLADOLID, SE HA OFRECIDO A PEDIR A LOS ESTUDIOS DE "RADIO MARÍA" EN MADRID ALGUNA GRABACIÓN PARA QUE LO PODAMOS ESCUCHAR DE NUEVO.

A CONTINUACIÓN LA HOMILÍA DEL P. JUAN CARLOS:

Cada domingo los cristianos nos reunimos para celebrar el Día del Señor. Como decíamos en la monición de entrada, hoy nuestra pequeña comunidad de Cigales se dilata y acoge a todos aquellos que estáis al otro lado del receptor de radio, radio María, la radio de la Virgen. Hoy queremos unirnos de una manera muy especial a todos aquellos que estáis postrados en el lecho del dolor, en los hospitales, en centros penitenciarios, en la soledad de tu casa, o quién sabe si vas o vienes. 

Es domingo y la comunidad cristiana se reúne para celebrar la Eucaristía. Ojalá podamos crear en nosotros el deseo de que llegue el domingo y que el alimento que recibimos en la Misa dominical nos dé fuerzas para vivir desde la clave de la Palabra que hemos escuchado y proclamado y el pan partido que hemos compartido. Que en la iglesia entremos para adorar y salgamos para servir.

Queridos hermanos y hermanas este domingo también es especial para nosotros, diocesanos de Valladolid, no podemos ocultar nuestra alegría, y es que el Papa Francisco acaba de crear cardenal de la Iglesia Católica de Roma a nuestro obispo Ricardo y, al mismo tiempo, presidente de la Conferencia Episcopal Española. Aún nos resuenan las palabras del Santo Padre hacia los nuevos porpurados, teniendo como trasfondo el “himno a la caridad”, “cuanto más crece la responsabilidad en el servicio de la Iglesia, tanto más hay que ensanchar el corazón, dilatarlo según la medida del Corazón de Cristo”.

Ahora acabamos de escuchar la Palabra viva de Dios que quiere ser luz en el camino de la vida de todos nosotros, creyentes. La Palabra de hoy está muy centrada en la lepra y la impureza. Sobre todo podemos comparar cómo se comporta la sociedad y cómo se comporta Jesús el Señor con respecto a esta enfermedad. También podemos hablar de la lepra de entonces y de la lepra de ahora, y ver qué podemos aprender de Jesús el Maestro.

Según hemos podido escuchar en el libro del Levítico, en la primera lectura, en la antigüedad había una serie de normas establecidas por Moisés para tratar la lepra y a quienes conferían esta enfermedad. Realmente las condiciones que debían soportar estas personas pasaban por la exclusión de la vida social, así como en la participación en ritos y celebraciones religiosas. Es decir, que la carga era más bien doble porque habían de soportar la dureza fisiológica de la enfermedad y por otra, el vacío y la exclusión de los demás. Ellos eran impuros. Esta era su condena. 

Sin embargo en el Evangelio hemos podido contemplar como Jesús, una vez más, pone por encima de la ley a la persona humana y cuando toca al leproso no solo se atreve a tocar algo impuro, por tanto hace algo que no está bien visto por sus contemporáneos, sino que está diciendo con este gesto que para Él no es un excluido, también es hijo de Dios, es carne de su carne. Y la alegría del Evangelio precisamente se manifiesta al restituir a la persona, la buena noticia de Jesús supone recuperar a la persona completamente; levantar al que está caído. Así Jesús se muestra, a través de la misericordia y de la compasión. San Ireneo –en este sentido- decía que “la gloria de Dios consiste en que el hombre viva”, es decir que viva en dignidad, y a continuación también añadía: “y la vida del hombre consiste en la visión de Dios”, es decir la visión del Señor como meta de todo ser humano, encontrarse con el creador.

Podríamos hablar de tantas lepras… lepras que han existido a lo largo de la historia de la humanidad y las que siguen existiendo. Y la lepra muchas veces es nuestro mismo pecado, nuestro desamor, porque seguimos haciendo el vacío a nuestro prójimo. Es decir, nuestra dureza hacia los demás muchas veces, nuestras palabras frías y calculadas, nuestros malos pensamientos, con pocas ganas parar ponerse en el lugar del otro, con poco afecto, con palabras que no tienen que ver con los hechos, etc. Lepra que nos hace vivir la fe sin compromiso, sin arraigo, siendo tibios, viviendo como dice el Papa Francisco en el mensaje para la cuaresma de este año en una “indiferencia de la globalización”, como si nos diera igual todo lo que pasa, mientras no me salpique a mí.

La lepra, vuelve a ser la persecución a la libertad religiosa, esta mañana hemos amanecido con un atentado el odio al diferente en Copenague, la violencia como defensa de ideales e ideologías, la violencia también expresada como mofa de las creencias, etc. La respuesta a estos hechos no puede ser ponerse a la misma altura que los hechos ocurridos, precisamente la justicia y el estado de derecho deberá abrir caminos, especialmente en la prevención. Los cristianismos defenderemos mejor nuestra fe desde el testimonio pacífico, desde el compromiso de nuestra fe en todos los lugares que nos movamos. 

Por ello vemos en el Evangelio que Jesús rompe con la tradición de su tiempo y se manifiesta como Dios. La escena que podemos contemplar en el evangelio de Marcos me recuerda otra escena que tuvo el Papa Francisco hace más de un año en la plaza de San Pedro, cuando se encontró con Vinicio Riva, un italiano, enfermo de neurofibromatosis. Esta enfermedad le había generado una serie de deformaciones en la cabeza y en el rostro. El Papa le abrazó y lo besó y este gesto le ayudó a aliviar el dolor. El Papa no se paró a pensar si abrazarlo o no. Le acarició todo el rostro y mientras lo hacía Vinicio solo sentía amor.

La acción de Jesús es rompedora y es expresión de un corazón misericordioso que considera a los excluidos de la sociedad como sus preferidos. Precisamente hacia lo que nos invita nuestro Papa tantas veces: salir de nuestro contexto para ir a las periferias. 

Que gran milagro realizó Jesús con aquel leproso, pero claramente no quedó en el simple prodigio, en el hecho, sino que este lo comenzó a divulgar. Jesús le había invitado a guardar silencio y a presentarse al sacerdote, con la intención de que fuera restituido a nivel social y religioso, pero provocó el efecto contrario. La liberación de su enfermedad le llevó a transmitirlo con alegría, y eso es lo que provocó que su fama se extiendiera.

Queridos hermanos nos encontramos en el sexto domingo del tiempo ordinario, que nos va a servir de preámbulo para entrar el próximo miércoles, con la imposición de la ceniza, en la Santa Cuaresma. Le pedimos a María, siempre intercesora entre Dios y nosotros, que nos acompañe en nuestro caminar. Así sea.



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