25 de diciembre de 2015

NOCHE BUENA

Un gran silencio envuelve las calles de nuestro pueblo. Las ventanas de climalit nos impiden oír la alegría que se vive esta noche en muchos de sus hogares. Este silencio también lo interrumpe las campanas de nuestra iglesia, que repicando, imitando volteo, gran alegría, nos recuerdan que el tiempo de la espera ha terminado, pues Dios ha nacido para ti y para mí.
            Esta noche es hogareña y familiar en la que nos juntamos los de lejos y los de cerca. Muchos son los que vuelven a casa por Navidad. Es una noche buena. Intentemos que todos las noches lo sean, ¿qué digo?, siempre, que la Navidad la vivamos todos los días del año, a todas las horas. Sé, ciertamente, que no es fácil mantener el tren de vida que llevamos durante estos días, y por ello solemos decir que es una vez al año. Pero no nos quedemos con eso, con el turrón y las peladillas, el lechazo y las gambas a la gabardina, los trenes y las muñecas, los petardos y las loterías, sino con la alegría que hace sonar la pandereta, la botella de anís y nos hace tocar el viejo tambor: “rom pom pom pom…”.
            Precisamente de esto nos habla la carta pastoral que Pablo escribe a Tito: “renunciemos a la vida sin religión”. Renunciemos a vivir una Navidad sin ilusión, disfrazando la buena noticia que hoy nos llega por medio de ángeles y de pastores. Algunas veces nuestra sociedad, como en la época de Pablo, tergiversa los valores cristianos camuflándolos de apariencias. La Navidad nos habla de fe, de compromiso, de solidaridad, de dignidad humana y de alegría porque todos, todos, podemos vivir esta fiesta. La Navidad no es para los que se la puedan permitir, no, en Navidad serán los pobres –y todos aquellos que nos queramos identificar con ellos- los que descubriremos al Dios que nos confunde en una estrella, en unos ángeles, en unos pastores, en una pobre familia, en una cuadra, entre animales, ¿dónde estás tú? ¿en el brillo de la estrella? ¿prendado en el ropaje de los magos y a ver qué llevan unos y otros? ¿postrado ante este niño y susurrando amén, gloria y aleluya?
      Queridos hermanos es una noche que invita a la contemplación, al silencio y al examen de conciencia.

            En esta noche Dios está en el centro, como lo está un niño recién nacido en el hogar: Él es mirado, mimado, querido, cuidado, en Él pensamos, etc. Hoy Dios es adorado por toda la creación, en este hogar común que es la tierra y quienes la habitan.
Sin el deseo de querer aguar esta fiesta, reconozcamos las dificultades que han tenido esta pareja, María y José, hasta la hora presente. Una pareja desposada, jovencilla, de un pueblo minúsculo, pobres, incomprendidos, no acogidos, pero con fe, con la vocación de ser padres para crear familia, humanos y con respeto a la Palabra de Dios y a sus consecuencias, también, culturales.
Pero la luz llegó a José y acogió a María, esa luz nunca más les abandonó y le acompañó a la Virgen en el proceso de ser Madre, Madre de Dios y Madre de todos los hombres. Como pareja cumplieron las obligaciones que tenían como ciudadanos. Con que precisión nos cuenta Lucas como fue todo aquello. Ciertamente la historia personal de esta pareja pertenece a toda la historia de la salvación que le precede y que se inaugura con el nacimiento de su Hijo. Y los dolores de parto le llegaron a María, dolores que no le abandonarían toda la vida, dolores que persisten porque deseamos que todos los días sean Navidad, persisten porque el cuerpo de Cristo, la Iglesia, llora y llora. Luz y dolor nos acompañan, son consecuencias propias de nuestra condición humana.
Isaías nos ha presentado un oráculo muy bello: el pueblo esperan un “nuevo David”, un rey con poder y fuerza que les haga triunfar y ganar la guerra, pero Dios nos confunde con este niño, pero que es signo de que el Señor no abandona, que en este niño se encuentra la salvación.
Realmente esta disparidad entre lo que piensa el pueblo y Dios nos da, nos debe hacer pensar, porque en el fondo, en este Niño se nos abre un futuro de esperanza cierta; este Niño apunta maneras.
Entonces, como ahora, el nacimiento de ese niño provoca euforia y una gran alegría: brilla la luz, el gozo se desborda, hasta los segadores gozan.
La misión de este niño será enderezar lo torcido y allanar lo escabroso, por ello mostrará misericordia, justicia y paz, para todos aquellos que lo invocan. Invoquémosle para que en todo el mundo sea Noche de Paz, noche de Amor, pues claro sol brilla ya.
Vayamos todos al Belén. Contemplemos con fe el misterio de la Encarnación. Dios se hace hombre, Dios se hace uno de nosotros, no para confundirnos sino para redimirnos. ¡FELIZ NAVIDAD!


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